CRONICAS de California en tiempos de COVID-19: entre playas y parques

POR José Fuentes-Salinas/ Instagram: taller_jfs

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CAMBIE EL GIMNASIO por un pedazo de playa.

Son las 5:30 AM. Me pongo el reloj de pulsera. Jalo mis tenis y me visto.

Hace cuatro meses ya estaría pensando en llegar al gimnasio. Hace cuatro meses me llevaría en la mochila una toalla, jabón, shampoo y ropa limpia para salir del gimnasio LA Fitness rumbo a la oficina.

A las 6:00 de l;a mañana, junto al malecón de Seal Beach, California, un hombre disfruta de remar sobre su tabla de surfear. FOTO: José Fuentes-Salinas. Instagram: taller_jfs.

Hoy es diferente.

La oficina es mi casa, y el gimnasio es el parque o la playa.

En la cajuela del auto tengo dos pares de pesas de 15 y 20 libras, y un  balón de basquetbol, como un recuerdo de las rutinas del gimnasio.

El coronavirus nos ha hecho a todos muy precavidos. Principalmente a quienes ya estamos en edad de mayor riesgo de ser “entubados” a un ventilador y decir adiós a nuestros seres queridos por medio de un mensaje de texto en el iPhone.

Mi precaución es muy simple: ve a donde muy pocos van, usa los horarios que casi nadie usa.

Por eso estoy aquí en Seal Beach, California, caminando al filo de la playa, viendo cómo otros solitarios, precavidos e inteligentes se desplazan sobre las olas, o caminan.

Lo único que necesito es un poco de iluminación, y la sensación de que puedo respirar profundo, y sin riegos de absorber un virus.

“LA FLEXIBILIDAD ES LA MADRE DE LA VIDA” —Tao Te Ching

Siempre tengo un plan “B”.

Si un día está ocupada la cancha de basquetbol, o si no hay una distancia apropiada con quienes la visitan, me voy a otra parte del parque El Dorado a trotar sobre una banca de cemento o a caminar en medio de los pinos.

Bancas de El Dorado park, en Long Beach, California. Foto; JOSE FUENTES-SALINAS. Instagram: taller_jfs.

La cuestión es empezar el día haciendo algo para ponernos al tono de lo que vendrá después: “las noticias de que las muertes en los Estados Unidos subieron a 150,000… las noticias de que México es el tercer país con más muertes… las noticias de que las escuelas estarán cerradas, así como los cafés, los cines y todo los que solía hacer la vida grata”…

El parque por la mañana es un buen espacio para alimentar el optimismo.

Cuando el sol se empieza abrir entre los pirules y los pinos, y los cuervos empiezan a graznar, uno se da cuenta que muchas cosas no han cambiado. El parque, aún con menos gente que en el gimnasio, proporciona suficientes motivaciones para estirar el músculo y regresar a la casa-oficina tomarse un duchazo, prepararse un café con un buen desayuno y cumplir un nuevo día de pandemia.

Además, el parque no deja de recordarme lo tremendamente afortunado que soy.

Justo a la hora en que yo estoy haciendo ejercicio, escuchando con mis audífonos sones y cumbias de YouTube, un “homeless” busca en la basura envases para reciclar.

Para él, la “distancia social” es un problema crónico.

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MAS CRONICAS:

https://www.excelsiorcalifornia.com/2020/07/29/cronicas-del-covid-19-las-rutinas-perdidas/

COVID-19: De cómo el coronavirus cambió los hábitos de las personas

Harás que la comida te rinda más, no es tiempo de desperdicios, uno no sabe si se volverá a escasear como el papel sanitario y las botellas de agua; te lavarás las manos con frecuencia, si eso no lo entendiste en la escuela, es bueno que lo entiendas hoy; usarás el gel desinfectante que mata el 99 % de las bacterias; no me preguntes cuál microbio es el 1 %, sería terrible que fuera el coronavirus; no te tocarás la cara ni la nariz, por si acaso no te hubieras lavado bien las manos; te mantendrás alejado de las personas, principalmente si les gusta reír a carcajadas o cantar con voz estruendosa, acuérdate que en el coro de una iglesia casi todo se contagiaron; si vas a misa no tocarás a los santos ni el agua bendita, tú sabes, dios perdona pero el virus no; cuando vayas al supermercado procura ir temprano cuando no haya mucha gente, y usa tapabocas porque si no no te dejarán entrar; los tapabocas de tela pueden ser bonitos y con la marca de tus equipos favoritos, pero es mal gusto usar un tapabocas con calaveras, porque muchos se asustan; los mejores tapabocas son los que tienen un resorte alrededor del cuello y se bajan y se suben como los calzones, cuando no los necesitas; olvídate de todos los conciertos del año, no hay forma de estar seguro entre tanta gente gritando, no te parece curioso que cuando podías ir te la pasabas grabando el vídeo, y ahora que no puedes te aburren los vídeos?; no te creas de quién es dicen que es cuestión de unos meses, que esto pasará rápido, esto es un maratón, no una carrera de relevos; si no sabes usar esas pantallitas de tu teléfono celular para verte con tus amigos, es tiempo que lo aprendas, va a ser la única forma en que los puedas ver por mucho tiempo; no uses el mugroso dinero, quién sabe cuántas personas lo han tocado?; paga con tarjeta de plástico y piensa en comprar solo lo que necesitas, nadie sabe cómo va a estar la economía mientras haya contagios; la próxima vez que votes fíjate por quién votas, este presidente ya sabía lo que se venía pero no lo dijo para no asustar a los consumidores y a las empresas; aprende hacer algo en tu casa con tus manos para que no te aburras, es tiempo de aprender más recetas y coser ollas de frijoles; sal a caminar y andar en bicicleta pero llévate el tapabocas por si alguien se te acerca; aléjate de los imbéciles que se creen inmunes al virus; hay muchas cosas que ya disfrutabas en hacerlas en solitario, porque a nadie más le gustaban, sigue haciéndolas; cuenta tus años y revisa las estadísticas de mortalidad por el coronavirus, ya calificas?; cómprate un lente de 360° para ver a las personas a tu alrededor y ver a quien te motiva más hacer lo correcto, mira como tu vecino el viudo no la pasa tan mal entre la playa y su casa distanciándose de las infecciones; cose un mantel, sírvete un café, escarba la tierra del jardín, cortar ramas, riega plantas, invierten en lo que quieras ver todos los días, y lo que quieres tener a tu alcance; mide tus fuerzas y tu paciencia, las vas a necesitar a largo plazo; protégete a ti mismo y a las personas esenciales que siempre hacen falta, las que cultivan, las que despachan comida, las que limpian, las que curan; protégelas del mal, cúbrete la chingada boca cuando te atiendan; medita, más, camina más, se más creativo, la soledad puede ser útil; piensa en lo que tienes, pero mejor en lo que eres y nadie te quita aunque te quedes sin empleo; aprende nuevos trucos para poner comida sobre la mesa; no te metas en más problemas, con los que tienes son suficientes… Respira profundo y sigue caminando y meando para no hacer hoyo.

Amanecer entre la Avenida Anaheim y Ximeno, de Long Beach, California. 07.04.2020. Foto: José Fuentes-Salinas, Instagram; taller_jfs

—José Fuentes-Salinas, Long Beach, California, 4 de Julio, 2020

Instagram: taller_jfs

COLONOSCOPIA: Crónicas médicas de cómo preparase para una revisión de la cañería

Por José FUENTES-SALINAS/ tlacuilos.com

ES UN MOMENTO IMPORTANTE para apreciar los trabajos sucios, la plomería y la endoscopía. Un día antes, piense que es un desamparado o un líder sindical y que hará un ayuno en protesta de algo.

TOMARA GELATINAS, jugo de uvas verdes, o caldo enlatado si es usted masoquista. Nada rojo que confunda a los doctores. Aproveche la inmovilidad para justificarse un ocio que no se suele dar.

ESCRIBA, ABURRA a sus amigos con cualquier ocurrencia en el Facebook, pero evite ver fotos de comida, y si insisten en ponerlas hágales “Unfollow”. Poco a poco, conforme avanza el ayuno su mente se aclarará, pero todavía viene lo mejor.

Escritorio con la biografía de Sigmund Freud, de Peter Gay. Foto: José FUENTES-SALINAS/tlacuilos.com

LA TORTURA EMPIEZA por la tarde cuando los olores de la cocina le llegan con aroma de cilantro y ajo, de filetes de pescado y pan horneado. En ese momento habrá que imaginarse que ha cometido un grave crimen y que le harán beber 4 litros de agua salada, con dosis cada 15 minutos de 240 ml.

NO SE ALEGRE de que los primeros vasos le supieron a una margarita o a una Michelada mal hecha. Lo bueno viene después, cuando hagan efecto las dos pastillitas y el primer litro de agua, o cuando apenas va la mitad y ya quisiera declararse culpable de cualquier crimen inventado.

ENTONCES, RECONOCERA, en lo que entra y en lo que sale, que en nuestros infatigable días acumulamos demasiadas porquerías. Tendrá entonces, un poco de sentido de humildad y mirará lo valioso de tener un baño al lado de su cama. Hasta ahorita no se había dado cuenta, pero el cuarto de su casa lo había convertido en un cuarto de hospital.

SI YA VIO DEMASIADA TELEVISION y se enteró en el Facebook de que el mundo se está acabando, de que los gobiernos no funcionan, de que dios lo arregla todo, de que uno se murieron y otros acaban de nacer, de que hay fórmulas para llorar y para no llorar… Si de tantas pantallas sus ojos, no solo su ano, están irritados, ciérralos, recuéstese y empiece imaginar el capítulo de esa biografía que está leyendo.

REPASE MENTALMENTE cómo ese hombre que exploró las profundidades de los sueños, escribió sus explicaciones reconociendo los suyos y los de sus pacientes. Si casi cercana a la medianoche siente que ya está por vomitar cada vasito de agua salada que va a tomar y que la botella de cuatro litros parece no bajar, lea nuevamente las instrucciones y alégrese de ver que lo que sale se está haciendo tan transparente como lo que entra.

AL DIA SIGUIENTE, cuando el doctor Lee, así como lo hacía el doctor Freud, haya explorado las partes más turbias de su persona se sentirá tremendamente relajado al saber que no hay por ahora motivo de preocupación, y que la cañería está bien.

Consultorio Médico. Foto: José FUENTES-SALINAS/Tlacuilos.com

EL CAFE -Long Beach, California

EL CAFÉ  

  • Por José Fuentes-Salinas
  • En Instagram: taller_jfs
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    * Primer acto. 🎬Uno viene de un departamento, otro de una casa. Ambos tienen un poco de privacidad en sus hogares, y también una cafetera. Pero aún así, buscan una privacidad riesgosa, una privacidad que se podría interrumpir con una conversación de otra mesa o por el atractivo visual de una muchacha que pasa a un lado, o por dos chiquillos que acompañaron a su madre y que juegan con sus muñecos. En esa privacidad frente a sus pantallas, el café levanta su vaporcillo pero ellos están demasiado concentrados en el ciberespacio como para apreciar esa tangible maravilla.

    LOS CAFES: Primer acto, la privacidad de los consumidores. Long Beach, California. FOTO: José FUENTES-SALINAS

  • Segundo acto. 🎬

    Los niños, dueños del optimismo, llegan con su madre a dar su aporte al día. Comen panes con queso y leche con sabores. Luego descubren allá afuera a un amigo de la casa. Uno de ellos sale a la puerta y le grita un saludo -Que lo obliga de buena gana a pasar a saludarlos.

  • Niños en una cafetería de Long Beach, California. Foto: José FUENTES-SALINAS.

  • Tercer acto. 🎬

    Por las mesas pasan ecuaciones y problemas, cuadernos y conciertos, chisme cibernéticos, y cuando ya se han ido los otros, la mujer que ha venido de lejos se sienta a la mesa para saludar en su pantallita a dos o tres amigos cibernéticos.

    11.09.2019. Café en Long Beach, California. Foto: José FUENTES-SALINAS/tlacuilos.com

MES DE LA HERENCIA HISPANA: La hispanidad y los hispanos en California

Quien quiere comunicarsebusca la manera. El que sabe más de un código se adapta al que sabe menos.

Mis sobrinos pequeños me perdonan mis tropiezos con el inglés, y yo sus limitaciones con el español, y así tenemos grandes conversaciones.

Pero hay algunos hispanos que crecieron hablando mal el idioma de sus ancestros, y, con frecuencia, no perdona mi mal inglés, ni tampoco se perdonan ellos mismos el gusto por ejercitarlo aún con sus limitaciones.

Querer comunicarse en cualquier idioma debe ser juzgado solo por la honestidad querer poner una experiencia en común.

El Español Salvadoreño también es parte de la cultura hispana en Los Angeles. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

LA LIBERTAD.-La libertad de expresar las emociones e ideas como uno mejor pueda es un derecho sagrado.

Desde chico, le respete a mi hijo la libertad de hablar español o inglés, según él se sintiera.

También me adjudique la libertad de hacer yo lo mismo. A veces, él me hablaba en inglés y yo le contestaba en español. Al final, los dos ganamos. Su español es tan decente como el mío, aunque a veces es tan lento como mi inglés.

Mi esposa cuando se acelera me regaña en su idioma nativo, el inglés.

LOS HISPANICS.-Iba yo de un periódico hispano en español. En el evento de la revista Hispanic, en el hotel Biltmore, la edecán no hablaba español, ni el publirrelacionista, ni el “Speaker”. Yo pensaba que lo que nos unía era el idioma hispano, pero pronto me sentí como el patito feo, como el frijol negro entre el arroz refinado.

Al final, fueron generosos y aceptaron mi inglés con acento.

Y en lo que pudimos coincidir fue en la pronunciación de los Martínez y los Garcías.

LAS MEZCLAS.-Fuera de las palabras ofensivas de significado universal para referirse al “primer regalo” que hace el ser humano al mundo (según Freud), los idiomas tienen muchas variantes que se refieren a la historia de la cultura de sus hablantes. El inglés y el español tiene muchas palabras de otros idiomas. Son más de 1000 las palabras árabes del Español.

¿Por qué ocurre?

Por la necesidad de compartir una experiencia con una mayor economía de palabras. “Cliquear” es un buen anglicismo del español porque me ahorra una explicación de 10 palabras. Pero también puede ocurrir los abusos de un hablante holgazán, que a la primera provocación dice “marketa”.

LOS ABUSOS.-El primer libro de poesía que me entusiasmó fue “Hojas de hierba”, traducido del inglés al español por editorial Novaro.

Era de los pocos libros que tenía Camilo, el ciego que enseñó a Zacapu la cultura de libros y revistas, desde su tienda.

Para el adolescente que fui, ese tabique de Walt Whitman fue la tablita de salvación al tedioso curso de literatura española del siglo de oro en la escuela secundaria.

Años más tarde, un día llegó mi hijo de la High School, en  Long Beach, a que le ayudara en sus clases de español.

No pude.

Quizá vengándose de los abusos sufridos en la universidad, la maestra de español quería que los chamacos que apenas aprendían en el idioma de Cervantes leyeran La  Celestina y otras obras del español antiguo que aún para mí resultában tediosas y complicadas.

DANZA: Ricardo Gálvez Aguayo, maestro de Los Matachines en Los Angeles

De espaldas a su huerto alambrado y cultivado de tomatillos, sentado en una silla de plástico, Ricardo Gálvez Aguayo dice con voz grave: “la vida me la acabé danzando”.

El hombre de Jalisco es uno de los danzantes que enseñó a los angelinos a bailar la danza de los matachines.

Lo hizo a través de su hijo Javier, que lo mismo va a la Universidad de Irvine que a la de chihuahuas para mostrar su arte.

Con un oído activo parcialmente, y otro completamente sordo a causa del ruido de un balazo que un amigo disparo contra un león de la Sierra, a sus 90 años, dialoga en su casa de Atwater Village, con una gran serenidad.

DE JALISCO A CALIFORNIA

Sombrero de fieltro negro, manos rugosas, ojos cansados, apoyándose en el bastón, rememora los días en que la danza era un ritual festivo que empezaba a las dos de la madrugada y terminaba a las 6:00 de la tarde.

“Yo nací en el rancho de Los Otoles. Ahí danzábamos con la pastorela y en las fiestas de la Santa Cruz. Venían de todos los ranchos, del de Ojo de Agua, de los Gálvez, los Robles, Ternsco de arriba y Tenasco de abajo, de los Bonilla… danzábamos toda la madrugada”, recuerda Gálvez.

Añade que los pueblos solo hablaban de “la danza”, sin hacer distinción si era de los matachines o de los aztecas.

Es su hijo quien se encargó de estudiar esa tradición y dar explicaciones a los universitarios más complicadas.

La danza concluía con una representación del intento de los moros por robar la cruz.

“Se trataba de que el moro llegaba con sus hombres a caballo para llevarse la cruz hasta que se mataban ‘de a mentiras’. El moro decía: ¿que novedades son estas que en mi patria no conozco que festejan la cruz de Cristo?. Nosotros atacamos acuchillándoles una vejiga de cochino llena de sangre que llevaban escondido en el cuerpo.

“Muchos se asustaban porque pensaban que era de a deveras. Una vez hasta yo mismo me asusté porque mi amigo Calixto se desmayó y pensé que se les había pasado la mano. Yo era el bachiller que daba el mensaje y mi padrino Otón, el cristiano”.

Gálvez se sabe de memoria los diálogos. También los movimientos de danza. Toma su bastón y hacer una muestra frente a su esposa, que es 10 años menor que él.

“Hay redobles que todavía los jóvenes no saben hacer”, asegura luego de que acompañamento de un  leve silbido hizo la cruz con sus pies.

ARTE Y TRABAJO DURO

Cuando emigró a Estados Unidos trabajo en el campo. Levantó muchas cosechas, incluso en Idaho. Sus manos toscas aún denotan fuerza.

“Fue por ella que me animé a venir”, comenta dirigiéndole una mirada a su esposa, “Ella nació aquí y cuando cruzamos la frontera en 1957 solo les enseñó su acta de nacimiento”.

Ofelia aún recuerda cuando eran novios por carta.

Él pasaba a todo galope en su caballo y se detenía unos segundos para dejarle una carta, mientras ella barría  la calle.

“Luego mi mamá salía y me decía: hija como que oí un caballo”.

Con siete hijos de familia, don Ricardo entretenía sus hijos contándole las historias del rancho los Otoles.

Quien ponía más atención era Javier. De tanto escuchar un día le preguntó por qué no bailan otra vez.

Su padre, quien se había reunido aquella vez con sus compañeros de baile, le contestó que no podía, que aquí no estaba el Cerro de la Cruz, ni los tambores, ni el uniforme con que se gastaba tres pesos de plata. Pero con un chiflido provocador todo se arregló

Javier aprendió esta tradición y le dió brillo. A sus 52 años es un maestro que lo mismo da clases en México que en Estados Unidos, y en el desfile de Navidad de Hollywood de 1999 llevó al primer grupo de danza nativa en la historia de ese evento.

Me dijeron que tenía que llevar 300 bailarines como mínimo, y le empecé a hablar a todos mis estudiantes, muchos de ellos ya profesionales.

Javier estudió ciencias políticas en la universidad, pero su pasión por la danza lo ha llevado Mexico a estudiar. Éste gusto lo ha transmitido a sus hijos y otros estudiantes que se suelen ver en la Placita Olvera.

“Yo incluso me traje al maestro Florencio Yescas de México”, dice.

Mostrando ya algunas camas debajo de sus sombreros, Javier dice considerarse asimismo como un nahual moderno.

Los Nahuales eran una especie de hechiceros que se convertían en animales. Con un ‘pager’ en la cintura, el profesor Gálvez dice que hora es casi la misma magia universitarios pasa del uso de las computadoras y teléfonos celulares a convertirse en aves y animales danzantes.

“Llevar un pager y un penacho es parte de la sabiduría de un nahual”.

Javier tiene cuatro hijos: Susana, Sonia, Esteban y Daniel.

Susana se graduó recientemente de la Universidad de California en Santa Cruz y le pidió a su padre un regalo que fácilmente cumplió: danzar los matachines.

Con dos hileras de matachines con sus mejores galas Y caracoles que hicieron las veces de trompetas heráldicas, Susi hizo también un homenaje al abuelo Ricardo, “El Danzante Mayor”.

Y aunque Los Matachines han llegado a Hollywood, el abuelo Ricardo Gálvez solo lamenta que en el rancho Los Otoles todo haya terminado.

“No había agua. Empezamos a irnos y todo quedó en la ruina” finaliza sin dejar de hacer con su bastón los movimientos que se asemejan a los que hacían los machetes que sacaban chispas en el suelo.

 

—José FUENTES-SALINAS, originalmente una versión fue publicada en La Opinión de Los Angeles, 2000

DIA DE LA MADRE: Narraciones, crónicas y semblanzas de madres prototípicas

“México es uno, y uno es un desmadre”, decía el letrero de vagón del Metro en la Ciudad de México.

En realidad, el letrero había sido: “México es uno y uno es México” —Consejo Nacional de la Publicidad. Pero alguien travieso y politizado, le cambió el sentido.

La palabra “Madre” es un signo que cambia de sentido por ser una metáfora del origen.

Un DESMADRE: un desarreglo. A TODA MADRE: algo excelente. DE POCA MADRE: algo superlativamente bien. CHINGA TU MADRE: “la tuya!…” y empieza el pleito.

Por oposición una palabra casi sagrada y con frecuencia fatigada por la cursilería se puede convertir en el insulto más agresivo, que de manera eufemística Paquita la del Barrio lo deja en: “sin hacer más bulla, me ‘saludas’ a la tuya”.

MUESTRARIO DE MADRES

LA SOLEDAD: Doña Ramoncita Viuda de Granados

Estaba sola la mayor parte del año. En el Panteón Municipal de Zacapu, Michoacán, su tumba tenía el epitafio: “En recuerdo de su hijo Vicente”.

Ramoncita había tenido un solo hijo y ningún nieto, y el hijo, como muchos mexicanos, se había tenido que ir muy lejos a buscar un mejor sueldo y una mejor vida.

Don Vicente Granados se había convertido en un gran chef en Filadelfia, y cada año regresaba a Zacapu a visitar la solitaria tumba de su madre.

No iba solo. El hombre elegante que vestía con sombrero de fieltro, y traje de casimir como Eliot Ness, de Los Intocables, iba con su único amigo del pueblo: el sastre que le hacía sus trajes en el tiempo que duraban sus vacaciones.

También, la numerosa familia del sastre lo había adoptado como un tío magnífico que cada vez que llegaba era como un Santa Clause lleno de regalos que venía del Polo Norte. En esos días que llegaba Don Vicente, había comidas especiales, paseos a la Laguna y fotografías (las únicas fotos de esa época son las que tomaba Don Vicente).

Pero un año ya no volvió. Ni el otro.

En los 60’s, nadie envió una carta.

La tumba de Ramoncita se quedó más sola que antes.

Y aunque tenía letrero de “perpetuidad”, sacaron sus huesos y en ese panteón tan lleno de muertos le acomodaron otra madre acaso menos solitaria.

LOS CAMBIOS: historia de las Paulas

Doña Paula se casó en 1936 y tuvo 13 hijos. Dos se le murieron de bebés, y 11, con mayor o menor fortuna crecieron e hicieron sus familias.

Nadie sabe si el costo de la maternidad le acortó la vida y un día le apareció un cáncer en el aparato reproductor cuando apenas llegaba a los 50 años.

Sacrificándolo todo, dándolo todo, Doña Paula sabía cocinar, planchar, lavar ropa en el lavadero… pero sobre todo sabía magia. Por arte de magia, hacía que el escaso salario de su esposo el sastre le alcanzara para hacer de comer a la gran prole y para crear esos extensos jardines que los turistas norteamericanos (cuando viajaban en caravanas) se detenían a retratar.

Paula, su hija, cambió un poco. Ella fue más años a la escuela, se hizo secretaria, tuvo tres hijos, se casó dos veces y se fue a vivir a otras ciudades que Doña Paula solo visitó cuando iba a sus curaciones a los hospitales.

Paula, la nieta, fue un poco más lejos que las otras. Tuvo más años de escuela y menos hijos. Se graduó de la universidad, se hizo abogada, y tuvo un par de hijos.

A Don Fausto, el abuelo que ha vivido más de un siglo, le parece que lo que ha ocurrido con las madres ha sido algo extraordinario.

LAS SUPERABUELAS: las madres que regresan al maternaje

La Luchona llega a las cinco de la mañana al gimnasio. Hace ejercicio. Empieza por limpiar los baños de las mujeres, luego se mete al salón de los ejercicios aeróbicos, y mientras limpia los vidrios, explica: tiene que salirse al rato a llevar a sus nietas a la escuela, luego regresa a terminar sus cinco horas y a ver qué les va a dar de comer. Si tiene casas que limpiar, se va a limpiarlas…

Sin querer reconocer que su hijo le salió un “bueno pa’ nada”, la Superabuela parece disfrutar de ser una amorosa sargenta que les da estabilidad a esas chamacas que no son suyas, pero como si lo fueran.

Oriunda de Jalisco, la Luchona se casó siendo una niña para escaparse de la violencia de su casa, pero le salió peor, con un marido golpeador.

Se salió de esa relación abusiva. Se la rifó ella sola para cuidar a sus hijos… Y, ahora, también a sus nietos.

 

 

—José FUENTES-SALINAS, Long Beach, California, 05052019

 

CAMBIO DE HORARIO: Los relojes

Lo sé. El próximo Domingo, a la hora de irme a dormir estaré “perdiendo” una hora.

Claro. Todo es un absurdo. Contar el tiempo es una arbitrariedad, una convención. Por eso, quienes dicen que hay “momentos que son eternos” dicen cosas tan absurdas como la que dijo Cantinflas: “hay momentos verdaderamente momentáneos”.

También es cierto lo que dice el poeta Israelita Yehuda Amichai: “el tiempo no está en los relojes”.

En eso pensaba la otra vez que fui al Swap Meet de la Villa Alpina, en Carson. En un puesto había un montón de relojes de pulsera usados. Tan solo ponerse a contarlos o a revisar cuáles todavía servían era una pérdida de tiempo. Eran relojes “electrónicos” que ya habían pasado de moda.

Venta de relojes usados en el Swap Meet de la Villa Alpina, en Carson, California.
FOTO: JOSE FUENTES-SALINAS

Me acuerdo bien cuando aparecieron allá a finales de los 70’s. Todo mundo quería tener uno. Pero ahora son tan corrientes que solo falta que los regalen en las caja de Corn Flakes.

Es cierto que de niño quise tener un reloj de pulsera, pero las únicas veces que necesitaba medir el tiempo era cuando andaba en la plaza jugando con mis amigos y en ese lugar bastaba ver el reloj de la Iglesia de Santa Ana para saber la hora. Y no solo eso: las campanadas de la iglesia hacían que inevitablemente volteáramos a ver el reloj.

Mi primer reloj fue un Caravelle de Bulova al que se le veían las tripas. Me lo regaló mi hermana María cuando regresaba de Estados Unidos y yo estaba en la Prepa. Me sirvió mucho para sacar dinero de la Casa de Empeño en Morelia, cuando me iba al cine y desacompletaba para el pasaje de regreso a Zacapu.  El propósito de tener un buen reloj entre los estudiantes universitarios, entre otras cosas, era el de tener un “valor” que empeñar en caso de extrema necesidad.

Luego, con el tiempo, fui aprendiendo que, así como con las personas y los títulos universitarios, había relojes más finos, como el “Rolex”. “Uuuuy…traes un Rolex!”. Pero para quien no luce como de “altos ingresos”, traer un Rolex era señal de desconfianza… o estupidez. Una vez, caminábamos por la Calle Broadway en el Centro de Los Angeles con un amigo, y alguien le ofreció un Rolex por 20 dólares. Era el Día del Padre, y mi amigo pensó que era una brillante idea para regalo. Su padre se lo recibió de buena gana, como un gran detalle, pero se aguantó las ganas de decirle: ¡Cómo serás pendejo!

Yo, con el tiempo, he pensado más en lo práctico, en un buen reloj que me aguante los manotazos en la alberca cuando nado, y que de un vistazo me deje ver la hora. Por eso uso un Citizen Eco-Drive que se recarga con el sol y tiene tremendos numerotes, y la pulsera es de acero inoxidable.

Esa es mi codiciada propiedad que ahora tiene un poco de la nostalgia infantil, aunque solo me costó 150 dólares, lo que muchos gastan por unos zapatos o un pantalón que les durará mucho menos tiempo.

Este mi relojito es de los pocos que todavía manualmente tendrán que ser adelantados con la entrada del cambio de horario en la madrugada del Domingo, a las 2 AM.

Los demás relojes, los de las computadoras, nos robarán automáticamente una hora.

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  • José Fuentes-Salinas, tallerjfs@gmail.com
    Long Beach, California, Marzo, 7, 2019.

LOS ANGELES: Don Robert, un pintor sin más apuros

Cementerio de El Calvario, East Los Angeles.- El niño flaquito de corbata era el que expresaba más espontáneamente su dolor.

Cuando dieron vuelta al ataúd para sacarlo de la capilla, se limpió las lágrimas y ayudó a escoltar al abuelo.

Si supieran los abuelos de lo doloroso que son estas despedidas, seguro que no se mueren, o quizá se mueren con más tranquilidad.

Yo no era familiar de Robert Rodriguez. Fui su amigo en su etapa tardía, desde aquella vez que nos presentó su hija en un “Block Party” del 4 de Julio. Yo sabía que le gustaba pintar y que lo hacía muy bien. Su hija conservaba algunas de sus pinturas. También, sabía, que como yo, pintaba “por gusto” y se había enseñado a sí mismo. Era evidente, entonces, que teníamos mucho en común. Ambos pensábamos que el arte latino era muy digno de presumir, y no se reducía a las pinturas nacionalistas, sino que también era el cubismo, surrealismo… y las estelas mayas.

Era la persona mayor de aquellas reuniones, y la más joven. No había ido a la universidad, pero era la única con quien podría hablar de Picasso y de Tamayo. Por eso, desde que lo invité a mi casa, aún con bastón llegaba, o su hija me invitaba a conversar con él cuando la visitaba. Además de ser un autodidacta en el arte, Don Robert era bilingüe, y en un perfecto español, conversábamos de nuestro oficio sin galerías comerciales.

La última vez que lo vi, hacía unos meses que había enviudado. Pero su semblante no era la de un hombre apagado. Con una gran serenidad y a veces con una risilla, me contaba de lucha por sostener una familia, y por aprender al mismo tiempo a maravillarse con el arte.

Mi última conversación con mi amigo Robert Rodriguez. Foto: José Fuentes-Salinas.

Me habló de algunos amigos que quedaron en el camino, y de la forma en que dar pinceladas sobre una manta, dar forma a los colores, lo hacía más cuerdo.

Los hombres mayores que cultivan la creatividad son muy certeros en decir lo que vale la pena compartir.

La última vez que conversamos, Robert me habló de dos cosas: de esas machitas que le habían encontrado en los pulmones y de el gusto que le daría abrir el patio de su casa para enseñar a los jóvenes ese oficio que el aprendió por él mismo con tanta paciencia, sin pensar en recibir premios, ni venderlo en las galerías.

 

—José Fuentes-Salinas, Long Beach, California., 4 de Enero, 2019. Instagram: taller_jfs, tallerjfs@gmail.com

CRONICAS DE CALIFORNIA: La Banda Oaxaqueña “Herencia Zochileña”

ARABELA TIENE SIETE años y entra la iglesia de San Emydius con sus nachos con queso en la mano. Sabe acaso que esa no es la forma más correcta de comulgar con dios, pero tiene hambre, y, además, quiere acompañar a su hermanita que toca el flautín en la banda filarmónica “Herencia Zochileña”. Se me queda viendo como pensando acaso que le voy a decir “niña, a la casa de dios no se llega con botanas”.

Luego, el director y maestro Alberto Martínez, con su trompeta empieza preparar a los niños que acompañarán la misa dominical.

“Aleluya, aleluya Santo, Santo es el señor…”

Luego de la primera intervención de la banda, viene la carta a los hebreos, el Evangelio según San Marcos, la referencia a los fariseos, al divorcio al y el padre hablará del noviazgo, de lo que es tener una compañera, no un objeto…

Mientras, Melanie y Adrián colocan sus iPhones debajo de las partituras musicales que tienen impresas la “Misa Oaxaqueña”.

Yo vine aquí porque Venancio me invitó, porque quería verlos en acción, antes de que se presenten el 10 de noviembre en la Lynwood High School.

“Va a ser una fiesta oaxaqueña para juntar dinero y comprar o arreglar instrumentos”, dijo Venancio que es como el publirelacionista sin título de los zochileños.

Por un momento en ese espacio se juntan las bondades del mundo: los niños que no quieren otra cosa que alegrar los misterios de la existencia, el maestro que generosamente da su tiempo para preservar la música, la soprano que canta el Osaaaanaa… la hija que lleva a su madre en silla de ruedas, el adolescente que carga el pesado corno inglés… Y los voluntarios que allá, en el comedor, servirán a los hambrientos pozole, menudo, tacos y tamales como multiplicando el evangelio proverbial.

Niños de la Banda Infantil Oaxaqueña en California “Herencia Zochileña” en la misa de 2 PM del último domingo de Octubre, 2018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

MAS ALLA DE “COCO” Y HOLLYWOOD 
Más allá de los estereotipos de la cultura mexicana, la comunidad oaxaqueña mantiene el movimiento de la cultura popular.
Cuando van a tocar a un funeral se ponen muy serios. Observan a los dolientes, y, al tocar el “Dios nunca muere”, saben que están contribuyendo a la elaboración del duelo. Pero cuando los invitan a tocar a la Universidad de California de Los Angeles (UCLA) junto con un grupo de danza, saben que ahí, la tuba y las trompetas tienen que provocar el ritmo de los pies.

“No es solamente la música”, dice el director y maestro de la Banda Infantil Herencia Zochileña, Aberto Martínez, “es la cultura, los valores de sus ancestros”.

La banda que el 10 de Noviembre tendría una presentación cultural en la Lynwood High School para juntar fondos para sus instrumentos es una de las mejores expresiones de la cultura latina y mexicana. Para formarse no requieren de fundaciones ni academias, y la espontaneidad con que se forman refleja el carácter verdadero de la cultura popular.

“Así como los brasileños casi nacen con una pelota de futbol, los oaxaqueños nacen con un instrumento”, dice Martínez.

Alberto Martínez, director de la Banda Musical “Herencia Zochileña” en una misa en la Iglesia San Emiydius, en Lynwood California. 1022018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

En una presentación reciente en la misa de 2 PM de la Iglesia de San Emydius, de Lynwood, los chamaquitos se apostaron en una esquina, al lado izquierdo del altar, y a la señal del maestro empezaron a tocar la “Misa Oaxaqueña”. En ese momento ellos se convertían en el centro de la invocación espiritual, como en los tiempos de Mozart.

Son niños. Los menores tienen siete años, los mayores, 17. Y como niños, no se podía evitar ver que debajo de la partitura unos pusieran su iPhone, para en un descanso ponerse en contacto con el ciberespacio.

Cuando se le pregunta a Martínez cuál es el principal obstáculo para la enseñanza musical en estos tiempos de cibertecnología, no duda en decir que son los celulares.

“El mayor obstáculo puede ser la distracción de la tecnología. Por eso, en las juntas yo se los hago saber a los papás. Les digo que se la tienen que prohibir, si no hacen caso. Hay que tener carácter. Yo, cuando vienen a las clases, si le quito el celular a uno, los demás hacen caso”.

Pero ¿no les puede servir para escuchar cómo tocan otras bandas?, se le pregunta.

“Si. En ese sentido puede servir. Pero yo no quieron que se hagan músicos líricos (de oído). Yo quiero que aprendan a leer las partituras. Ahora que, si, cuando vamos a tocar a un lado, les paso en mensaje de texto la lista de piezas que vamos a tocar, para que estén listos”.

Partitura de la Misa Oaxaqueña que niños de 7 años han aprendido a leer. Foto: José FUENTES-SALINAS.

La banda formada hace tres años es una de las varias que existen en el Sur de California. Recientemente fueron de visita a las fiestas patronales de Santiago Zochila y fue una verdadera sorpresa para los niños.

“Fueron a tocar con las mejores bandas de la región, y los dejaron muy impresionados”, prosigue Martínez. “Cuando aún no regresaban a California, empezaron a llegar una gran cantidad de mensajes en el Facebook, de lo impresionado que estaban”, dice.

Martínez, quien trabaja planchando en una tintorería, está satisfecho del trabajo que ha hecho. Tiene tres hijos que también aprendieron la música, uno de ellos, Jorge, toca la tuba en la Banda de Régulo Caro.

Cuenta que hay niños que además de tomar clases de música con él, están en los programas de música de sus propias escuelas, y, con frecuencia, sorprenden a sus maestros.

“Hubo uno, que según eso, estaba atrasado en su escuela, y luego de un mes, aprendió más de lo que le habían enseñado en todo el curso. Yo creo que se trata de motivar a los niños. A veces los padres se ponen a llorar cuando ven cómo sus hijos tocan la música en sus presentaciones. Una señora me dijo ¿cómo le hizo si mi hijo era un diablillo en la casa?”.

Oriundo de Santa María Yalina y casado con una mujer de Santiago Zochila, recuerda que cuando quizo aprender a tocar música, su abuela no quería. “Todos los músicos son unos borrachos”, le decía. Pero como “los oaxaqueños nacen con un instrumento”, pronto aprendió este arte, y antes de emigrar a Estados Unidos, ya había formado una rondalla en la iglesia de su pueblo.