EL JORNALERO

TIENE DOS semanas que no agarra cliente. Tiene dos semanas de acomodarse en un rincón del bus, con su mochila y su almuerzo, con la esperanza de que ese día sea diferente. Su pantalón manchado de pintura dice que es pintor. Pero la necesidad lo ha hecho plomero, albañil, jardinero y lo que se ofrezca.

Viajó desde el Sureste de México, de Yucatán, muy cerca de donde sus posibles clientes se van a bañar a las aguas turquesas de Cancún.

Pero ahí, en las afueras de la Tienda Home Depot, de Carson, eso no importa. Ahí, lo que importa es que lo levanten con la promesa de pagarle  en “cash”, 80 o 100 dólares por arreglar una tubería, emplastar un muro, o pintar una casa.

-Ahorita está bajo el trabajo –dice el hombre de perfil maya, pero ojos y tez clara-, ahorita lo que caiga es bueno. Pero antes, he llegado a estar hasta 8 meses seguidos con un solo cliente.

Los clientes los recogen y los regresan a la esquina donde ofrecen sus servicios. No tiene seguro médico, pero aún así, una vez que se cortó una pierna con una navaja, no le hizo un reclamo.

-Yo mismo le dije “fue mi culpa”, no te preocupes, fue un accidente –dice el padre de tres hijos, aquí, y “seis allá”.

Para el jornalero, también la pobreza es un accidente personal, del cual espera todos los días reponerse.

-José Fuentes-Salinas, Long Beach, California

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