DE TODOS los males, el mal del olvido es uno de los peores. Cuando más necesitan los recuerdos, dejan a los ancianos huérfanos de historia, huérfanos de identidad, quemándose por el ácido de la duda.
Se creía que la enfermedad del olvido era una cosa inevitable, que también la vejez era una enfermedad, y que la demencia senil era un nombre seguro para entenderla.
Pero en 1906 el psiquiátra bávaro Dr. Alois Alzheimer dudó. Pensó que hacerse Viejo y ser demente eran dos cosas distintas.
Años después, el Dr. Robert Katzman se llenó también de otras dudas, pero de esas dudas que no son producto de una enfermedad, ni corroen el espíritu.
El Dr. Katzman se preguntaba si el cerebro reaccionaba como los músculos, que si no se usan se atrofian. Se preguntaba por qué no todos los viejos quedan desmemoriados cuando comparten sus memorias y narran, reflexionan, estudian…
Y cuanto más buscaba, más evidencias encontraba.
Cuando murió a los 83 años, con los nuevos juguetitos de investigación de los científicos, el Dr Katzman había demostrado lo que en la naturaleza es bien sabido: “úselo o piérdalo”.
Marx tenía razón: “La práctica es la gran maestra”.
–José Fuentes-Salinas -tallerjfs@gmail.com
-Con datos de L.A. Times, Set.20, 2008.