LO PUSIERON en un campo de concentración.
Le cambiaron su identidad, su nombre:
de gua-jo-lo-te, lo dejaron en pavo.
Le arremedaron con burla
sus escandalosos reclamos:
—¡chom-pi-pe, chom-pi-pe…!
Le cortaron el cuello
y lo desplumaron para “dar gracias”.
Ya muerto, le inyectaron
vino y vinagre
para que aflojara el cuerpo.
Le sacaron el corazón y tripas,
y lo rellenaron de tantas cosas.
Le hicieron creer
que era el centro de atención,
pero al día siguiente
nadie quería la otra mitad
de lo que fue su vida.
En el refrigerador, frío
como en una morgue
el resto del pavo
aún esperaba una mordida.

Le hicieron creer que era el centro de atención, pero al día siguiente ya nadie lo pelaba… Foto: JFS
José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com