Los caminos: entre Zacapu y Palm Springs

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Andar caminos ha sido mi juego, caminos de piedra y tierra, de vestigios de mis ancestros, de yerba verde o seca. Desde los caminos que suben y bajan en el Cerro de la Crucita descubrí la amplitud del paisaje de pueblo original: el Cerro del Tecolote, la Laguna, la Quebrada donde una serpiente de agua rompió en dos la colina rocosa. Tzacapu quiere decir “lugar de piedra”. Entre caminos de rocas, bordeados de cercas y milpas de maíz, iban apareciendo los bloques que habrían pertenecido a pirámides tarascas. Entre caminos entretejidos de anís, aparecían fragmentos de flechas y navajas de obsidiana, tepalcates de ollas, ídolos y vasijas. El rompecabezas de mi memoria se empezó a formar así. Iré Ticátame, Sicuirancha, Tsiran Tsiran Camaru… ¿Acaso ustedes caminaron por ahí también?. Los amigos de antes no necesitabamos de más. Un paseo por esos cerros accidentados era suficiente para sacudirnos el aburrimiento de calles pavimentadas y regaños familiares. Pero el tiempo me ha puesto en otros lugares. Las visitas a Palm Springs tienen algo ancestral. Los indios Cahuilla también han transitado esos cerros de rocas rojizas que se alzan a espaldas de la ciudad, y, al igual que el Cerro de la Crucita sirven como un mirador desde el cual se ve el caserío y hoteles con albercas. La aparente aridez y desolación que se observa desde lejos, cambia cuando uno transita eso caminos por donde se internan visitantes canadienses o ingleses. De pronto aparecen rastros de vida en plantas que nacen y florescen rápidamente, para volver a un estado de latencia. Aparece una zorra y un correcaminos y los minúsculos lagartos juegan entre sombra y sol. La atracción es la ausencia de lenguajes, de publicidad, de anuncios y cifras. Contraste radical con lo que yace allá abajo, los casinos y los servicios de lujo. Para el disfrute de esa geografía solo es necesario tener la imaginación intacta, poder asociar el azul intenso con el color cobrizo y dorado de la superficie. Las plantas y las rocas son formas perfectas que no requieren de reacomodos, volúmenes que desafían el equilibro, picos y huecos que cumplen funciones de miradores y refugios… plantas que matizan la linea de fuga del paisaje. Y en todo esto, no hay negocio.