Bondad a prueba de olvidos

Doña Emilia Había llegado a los 90 años cuando falleció. Había sido una de esas mujeres fuertes que enviudó demasiado pronto. Con muchos hijos que criar, trabajó muy duro para sacarlos adelante.

Casi al final de sus días, se enfermó de Alzheimer, se le olvidaban muchas cosas.

Había veces que su hija le servía de comer y apartaba un poco de comida, o cuando le daba chocolates, se guardaba unos en las bolsas para sus niños.

“¿Para qué aparta comida, mamá, cómasela toda?”, le decía su hija.

“Es para tus hermanitos”, le respondía.

Los hermanitos ya tenían unas cuantas canas.

A Doña Emilia se le habían olvidado sus edades, pero no su propia bondad.

-José FUENTES-SALINAS/ tallerjfs@gmail.com

"Sin pétalos, pero libre". Foto: José FUENTES-SALINAS

“Sin pétalos, pero libre”.
Foto: José FUENTES-SALINAS

 

 

Los recuerdos

A dos años de cumplir un siglo, María Moreno dejó de jugar Bingo y servir de voluntaria en el Centro de Jubilados de Santa Fe Springs.

Al morir, le dejó a Santos su Ave del Paraíso, sus plantas y dinerito escondido por varios lugares de la casa.

Sin haber ido jamás con médicos, porque, según su nieta Camille, “súbitamente inventan enfermedades”, María fue perdiendo la memoria debido al Alzheimer.

Cuando su enfermedad era evidente, aún sin haber ido al médico y hacerse mapeos cerebrales, un día decidió quemar todas sus fotografías de los momentos felices que pasó con su esposo Santos en México y Europa, así como las fotos de sus hijos, nietos y bisnietos.

Y es que ¿de qué sirven las fotografías sin los recuerdos?

 

-31.,Jul., 1998. “Pulsos Angelinos”, Tomo VII

EL OLVIDO

DE TODOS los males, el mal del olvido es uno de los peores. Cuando más necesitan los recuerdos, dejan a los ancianos huérfanos de historia, huérfanos de identidad, quemándose por el ácido de la duda.

Se creía que la enfermedad del olvido era una cosa inevitable, que también la vejez era una enfermedad, y que la demencia senil era un nombre seguro para entenderla.

Pero en 1906 el psiquiátra bávaro Dr. Alois Alzheimer dudó. Pensó que hacerse Viejo y ser demente eran dos cosas distintas.

Años después, el Dr. Robert Katzman se llenó también de otras dudas, pero de esas dudas que no son producto de una enfermedad, ni corroen el espíritu.

El Dr. Katzman se preguntaba si el cerebro reaccionaba como los músculos, que si no se usan se atrofian. Se preguntaba por qué no todos los viejos quedan desmemoriados cuando comparten sus memorias y narran, reflexionan, estudian…

Y cuanto más buscaba, más evidencias encontraba.

Cuando murió a los 83 años, con los nuevos juguetitos de investigación de los científicos, el Dr Katzman había demostrado lo que en la naturaleza es bien sabido: “úselo o piérdalo”.

Marx tenía razón: “La práctica es la gran maestra”.

 

José Fuentes-Salinas -tallerjfs@gmail.com

-Con datos de L.A. Times, Set.20, 2008.