Sobre “El valor de las cosas”

“USTEDES NO SABEN EL VALOR DE LAS COSAS”, decía mi hermana la mayor cuando veía un trapo o un juguete tirado. Cuando veía el riesgo de que aquel objeto se rompiera, se perdiera, se deteriorara.

Y es que para ella los objetos no eran objetos. Eran trabajo de mi padre en la sastrería, o dando clases de música aguantando chiquillos latosos, o monjas tacaños que le pagaban un mal salario.

Por eso se preocupaba mi hermana, porque no entendíamos esas leyes que la economía más tarde me explicaría: los objetos, la mercancía, es igual a trabajo, mas recursos, más ganancia.

Y con decir eso se decida mucho: el trabajo que era aprender a tocar un violín, aprender a leer las partituras, escuchar mucha música y poder transmitir el gusto por Beethoven y Bach a los míos. El trabajo era treparse a una bicicleta Hércules para irse a dar clases, o para irse a la sastrería y decirle a un capitán: “deje la mesa la pistola, y abra las piernas para tomarle medidas de la entrepierna”. Y aprender hacer ese trabajo y hacerlo se le iba la vida a mi padre.

Los objetos tenían pues ese trabajo, ese entusiasmo de sudar, de decir, de cortar tela, conocer, explicar, imaginar…
Los objetos eran trabajo, y el trabajo era la vida, y la vida era muchas cosas incluyendo sacrificios, argumentaba mi hermana sin decírmelo directamente para que yo lo entendiera.
Luego vino la confusa adolescencia, la crisis de identidad, la búsqueda de las referencias definitivas sobre el valor de las cosas. Vino el idealismo, y el materialismo filosófico, vino el psicoanálisis de los fetiches, el romanticismo. Tomadas de aquí y allá las frases se acomodaban a las circunstancias: “las mejores cosas de la vida no son cosas”; “entre la materia y el espíritu, la materia pierde”; “sólo venimos a soñar”; “vanidad de vanidades, todo es vanidad”; “si eres lo que tienes, ¿qué eres cuando lo pierdes?”… Amor y Paz brother; All You Need is Love…
Me di cuenta a tiempo de la trampa.

Los objetos tienen un valor en sí y un valor de cambio, “ayyyy…  mi casita de Palma… Ay, mis Naranjos en flor”… La casa es los padres y los hermanos, el refugio de la desesperación, el olor a sopa, y a canela… pero también es la inversión, la especulación, del millonario llegado a presidente.

Entonces me di cuenta que cuando mi hermana me decía “ustedes no saben el valor de las cosas” tenía un poco de razón. Nosotros, como niños, nos veíamos la fotografía completa, la historia de los objetos, los sacrificios de tiempo y vida que hicieron los mayores.

Es muy probable que por eso, ahora ya de labregón, me ha dado por juntar dos o tres objetos viejos que me permiten reflexionar en lo que hicieron por mí.

En el mercado de pulgas, he comprado el sacapuntas como el que tenía la maestra Meche en su escritorio, la maquinita de escribir con que hacíamos las tareas en la secundaria… Ah!.. Y estos hermosos cuadernos en que escribo con una excelente pluma con tinta china resistente al deterioro.

Por las tardes cuando regreso de trabajar, entro al estudio y saludo a los Cowboys de plástico que alguna vez mi hermana me regalo para un Día de Reyes. Lo recuerdo bien. Ese día Los Reyes Magos nos habían dejado en los zapatos sólo unos calcetines nuevos y unos dulces, y mi hermana al vernos tan aguitados a mi hermano y a mí, de su dinerito que le pagó la China Pimentel por hacer vestidos, fue a comprar unos juguetes a la tienda de Chuca.

A mi hermano le tocaron tres apaches, y a mí tres Cowboys, los dos paquetes con una pistola de dardos.
No sé cuánto valdrán esos muñecos, como antigüedad. No me interesa. Me interesa entender que son parte de la vida de mi hermana, y no una mercancía.

Les decía pues que los objetos tienen un valor en sí y un valor de cambio, así como lo explica Paquita la del Barrio: “Yo no soy letra de cambio, ni moneda que se entrega, que se le entregue a cualquiera, con mucho y que al portador”.

Y es aquí donde nos atoramos.

¿En qué momento los objetos dejan de ser su historia, su origen y se transforman en lo que el mercado y la publicidad quiere que sean?. ¿En qué momento, a través de la metonimia, la parte sustituye al todo?.

La base del coleccionismo es la metonimia, es el valor que los millonarios busca acumular, y cuando están por morir lo comparten. La redención de los millonarios son sus museos.

Cuando era niño, encontré un autorretrato de Rubens en un charco. Le quite el lodo, lo dejé secar y se lo di a mi hermana. Luego, ella lo cortó con unas tijeras y lo pegó en el álbum. Era un álbum de pinturas famosas impresas de las cajetillas de cerillos clásicos ilustrados. Ya de adulto, cuando vi la pintura original en el museo Norton Simón de Pasadena casi me hinco.

La cosificación de la vida, la materialización de lo cotidiano ocurre cuando el Rembrandt impreso en una cajetilla de cerillos es sólo basura reciclable, y los museos son sólo la promoción de un filántropo millonario, y un gancho para atraer a los turistas para gastar en una ciudad.

“Ustedes no saben el valor de las cosas”, decía mi hermana.

Eso lo entiendo ahora.

No. No lo sabíamos, porque éramos unos niños.

Pero la mayoría de los millonarios tampoco lo saben. De otra forma no me explico como hay tantos artistas que pasan hambres, mientras los millonarios llenan sus mansiones con el arte de unos cuantos elegidos.

Los objetos son su historia. En la gráfica se ve dos de los cowboys sobrevivientes de hace más de medio siglo.

-José Fuentes-Salinas, 21, ene., 2017

Palm Springs: entre colinas rocosas y galerías

EL MOTIVO: trabajo. Ustedes saben: aquí hay hoteles y en el desierto las ideas fluyen sin tantas tentaciones, por eso se organizan conferencias. Pero no, no se trata de un monasterio. Vea usted, ahí a espaldas de la calle principal están las colinas rocosas donde en un día de suerte uno se puede encontrar con un correcaminos o una zorra perdida, y usted puede encontrar un cielo abrumadamente azul que contrasta con moles rocosas y yerbas aguantadoras a los calores de los mil diablos. Pero en el invierno, la temperatura es templada, y se puede uno fácilmente perder en un café, luego de hacer una caminata por las colinas. Pregúntenmela y les daré mi opinión. Yo vengo aquí por el cielo, por un cielo azul intenso que no se ve ahí cerca en Los Angeles o en el Inland Empire. Por la mañana, el azul es tan intenso que uno duda de la exactitud del lente de la cámara. Las colinas rocosas y las plantas del desierto lo que les falta de agua y verdor, les sobra de arte. Una caminata está llena de formas que van distrayendo la vista a cada paso, y, ya, desde lo más alto se puede ver la ciudad de Palm Springs y las hileras de palmeras que bordean las calles.

Yo vengo aquí por el cielo, y por el aire limpio, lo más básico para pasear para alguien que batalla todos los días con el tráfico de las autopistas que producen esa capa opaca beige sobre las ciudades.

El azul del desierto es de una gran intensidad por su limpieza, algo que contrasta con las formaciones rocosas del desierto. Foto: José Fuentes-Salinas

El azul del desierto es de una gran intensidad por su limpieza, algo que contrasta con las formaciones rocosas del desierto. Foto: José Fuentes-Salinas

Pero no vaya usted a pensar que uno se la pasa mirando el cielo.

Terminado el paseo, llega la hora del desayuno, de la ducha, para meterse al Museo de Arte donde, aunque sea de a poquito, uno se encuentra con una escultura de Picasso o de Henri Moore, o unas piezas de barro de México que los coleccionistas millonarios donaron al museo. El Museo de Arte, ¡ah el arte moderno!… Uno se puede lo mismo encontrar con un montón de bolsas negras de basura en el centro de la galería con pretensiones de esculturas, o una puerta recargada en la pared con un pedazo de alfombra que uno pensaba que era el olvido de un albañil, y resultó ser una obra de arte, o bien, se puede encontrar con un cuadro de Tamayo o una escultura de Felguerez.

Las colecciones del arte moderno del Museo de Arte de Palm Springs son extraordinarias comparadas con el tamaño de la ciudad. Foto: José Fuentes-Salinas

Las colecciones del arte moderno del Museo de Arte de Palm Springs son extraordinarias comparadas con el tamaño de la ciudad. Foto: José Fuentes-Salinas

—¿Le puedo pedir un favor? —le pregunto a una visitante— ¿se puede poner ahí para tomar una foto?.

—Si, claro. ¿Es usted artista?

—Pues, en eso ando —le digo con una risa Cantinflesca.

La interacción con los museos es una de las rutas no explotadas. En el museo de arte hay una pareja de viejos bombos sentados en una banca. Muchos creen, por un buen rato, que están vivos. Luego se acercan a tomarse fotos con una expresión de sorpresa. A mí me gusta tomar fotos de las sombras que se proyectan y de la forma en que el arte se mezcla con las personas. Me gusta también tomar fotos de detalles de las pinturas, como aquel pedacito de un oleo del Siglo XIX, donde se ven juntos un caballo, un búfalo y un apache, muertos en el suelo. Me aburren las pinturas donde se exaltan las figuras de los invasores, como el General Custer, aniquilar a los nativos americanos (ya he visto demasiadas películas de ese tipo). Pero me impresiona ver ese penacho largo y ese collar de garras de oso.

Debo de aceptar que tener un museo así, en medio del desierto no es poca cosa. Para lograrlo tuvieron que morirse varios millonarios, que al final de sus días se aburrieron de sus colecciones y se les ablandó el corazón. En una de las salas, solamente para que nos dé envidia, están las enormes esculturas de Henri Moore con las fotos de los grandes jardines con lagos artificiales

Al fondo se ve una figura reclinada (1956) del escultor Henri Moore, dialogando con el Judas (1906) de Eugenio Pellini. Foto: José Fuentes-Salinas

Al fondo se ve una figura reclinada (1956) del escultor Henri Moore, dialogando con el Judas (1906) de Eugenio Pellini. Foto: José Fuentes-Salinas

¿Para qué sirven los museos? —me lo he preguntado muchas veces.

Ya sé: para sensibilizarnos y, al salir, podamos percibir la belleza a nuestro alrededor, ya se trate de un muro de pintura descascarada, o una enorme roca con pretensiones de escultura.

Pareja de barro procedente de Colima, México, fechada alrededor del 200 BC. en el Museo de Arte de Palm Springs. Foto: José Fuentes-Salinas

Pareja de barro procedente de Colima, México, fechada alrededor del 200 BC. en el Museo de Arte de Palm Springs. Foto: José Fuentes-Salinas

—Palm Springs, CA.,  3, Dec., 2016. José Fuentes-Salinas. tallerjfs@gmail.com

Día de los Muertos: preparando a la Catrina

JACOBO CERDA tiene un pacto con la muerte calaca. Le prometió que la va a vestir color de Cempasúchil y la va a llevar a pasear al Museo de Arte Latino de Long Beach (MoLAA) el próximo 30 de Octubre, cuando se celebre el Día de los Muertos. Pero antes, tiene todavía mucho trabajo que hacer.

Robándole tiempo a su descanso del trabajo del Salvation Army (una tienda de usado) y de sus clases de El Camino College, encajó a la catrina en una plataforma metálica. Luego, le hizo su costillar con alambre de gallinero, para después ir cubriéndola con papel engomado.

Jacobo Cerda prepara en su casa de Wilmington la escultura de La Catrina que presentará en el Museo de Arte Latino de Long Beach, California. Fotos: Cortesía Alma y Jacobo Cerda

Jacobo Cerda prepara en su casa de Wilmington la escultura de La Catrina que presentará en el Museo de Arte Latino de Long Beach, California. Fotos: Cortesía Alma y Jacobo Cerda

img_4896 img_4897A Jacob esa habilidad le viene por una extraña mezcla de tradición familiar y auto aprendizaje.

“Desde niño me han gustado las calaveras”, dice quien ha sido fan de las películas de Tim Burton, “yo desde hace unos siete años me encargo de hacer los altares familiares para los muertos en la casa”.

En su casa de Wilmington, en los altares que corren a su cargo, se colocan las fotos de los abuelos Rosa y Celestino, Paula, así como la tía María, y otros familiares que “pasaron a mejor vida”.

Pero nunca se había encontrado con un trabajo como el que le pidieron para el Festival del Día de los Muertos en el MoLAA.

Fue algo casi accidental, hace unas semana visitaba la tienda del museo, cuando se puso a conversar con unas señoras artesanas.

“Ellas estaban presentando su trabajo con hojalata, y me dijeron que andaban buscando a alguien que hiciera una catrina. Yo en mi celular traía las fotos de los trabajos que había hecho para El Camino College, y les gustaron”.

Luego de consultarlo con la coordinadora del evento le pidieron que hiciera una catrina que tiene 8 pies de altura.

“El jueves se las voy a llevar. Me va ayudar mi papá a llevarla” en su camioneta.

Jacob es un chamaco muy creativo. De adolescente hacía sus propias brillantinas, y de material de desecho hacía objetos decorativos, arte y hasta tecnología casera. Con tal de hacerse un bicicleta motorizada aprendió a soldar, y del oficio de su padre, que es plomero, ha aprendido algunas habilidades para ensamblar tubería y hacer conexiones. También, en el desfile de Navidad de Wilmington ha participado bailando la Danza del Venado en la Avenida Avalon.

“Cuando quiero aprender algo, lo hago”, dice, quien tiene su cuarto decorado con objetos usados y arte que ha ido haciendo.

A sus 20 años, todavía no sabe exactamente cuál será la carrera en la que se habrá de especializar, pero “lo bailado nadie se lo quita”. En El Camino College ha tomado clases de Diseño Tridimensional 3D, y el saldo con las matemáticas y el Cálculo ya lo ha venido saldando.

Pero, por lo pronto va a llevar a La Catrina a pasear al Festival del Día de los Muertos que se realizará en el MoLAA el 30 de Octubre, de 11 AM a 4 PM.

-José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com

EN DETALLE

FESTIVAL SCHEDULE

11:00am Day of the Dead Procession, Main Entrance (TBD)

11:00am – 4:30pm Art Workshop, Sugar Skull Decoration, and Face Painting, Balboa Events Center

11:30am – 1:00pm Calavera Contest Registration, Lecture Room

11:30am – 4:30pm Live Music & Performances, Sculpture Garden

12:30pm Children’s Story Time, Screening Room

2:00-3:00pm Docent Tours of the Galleries, Meet in Lobby

3:00pm – 3:30pm Calavera Contest Fashion Show, Sculpture Garden

SCHEDULE OF PERFORMANCES, SCULPTURE GARDEN

11:30am – 12:30pm LA Opera’s The Zarzuela Project with Mariachi Voz de America

1:00pm – 1:30pm Semillitas Preschool & Kalpulli Tlaltekuhtli (Aztec dancers)

2:00pm – 3:00pm Ballet Folklórico Nueva Antequera accompanied by Banda Filarmonica Maqueos Music (Oaxacan music and dance)

3:30pm – 4:30pm Kotolan (eclectic rock with a global influence)

FOOD VENDORS

Soho Taco | Slammin’ Sliders | Gourmet Churros | Crafted By Moonlight | Café Viva

WHEN
October 30, 2016
11:00 am – 5:00 pm
LOCATION
Museum of Latin American Art (www.molaa.org)

Phone: 562.437.1689

Address:
628 Alamitos Avenue, Long Beach, California, 90802, United States

 

Ejercicios de percepción: Las formas de los árboles

* De cómo la forma de percepción estética se va organizando desde las primeras experiencias infantiles.

Por José FUENTES-SALINAS/ textos y fotos

tallerjfs@gmail.com

Los he visto desde niño extendidos sobre el huerto, sin entender la diferencia entre árboles y arbustos.

Formas dactilares de los árboles. a2 a3Duraznos priscos y amarillos, chabacanos y granados, casuarinas y jacarandas.

Sus brazos retorcidos y engomados, áridos y fuertes, con hojas como agujas o como mariposas desprendiéndose.

Los caprichos de la naturaleza fue mi introducción al arte. ¿Qué rama sostiene a cuál? ¿cuál es el diseño de los abrazos de la fronda?

Mis maestras me dijeron que era la fotosíntesis, la cacería de los rayos del sol, la competencia de las ramas por la luz.

Así también los cuadros y las esculturas, las razones y las proporciones, los ángulos de la luz y las miradas.

En mi infancia no hubo los conos perfectos y aburridos, en la Navidad fueron las ramas cortadas de los pinos que aromatizaron el portal.

Luego empecé a salir, vi la arbitrariedad de los encinos y los nopales, la semejanza entre las formaciones rocosas de La Piedrera y el Malpaís.

Me fui dando cuenta que en la naturaleza había disciplina y rebeldía, ritmo y dispersión. Las ramas, tanto como las raíces eran las huellas dactilares de los árboles: ninguna era igual a la otra.

Luz y humedad, la búsqueda de lo esencial tiene diferentes rutas, la única constante es la vida.

Así, fui recorriendo los ecosistemas, los bosques de California y Michoacán, los parques de las ciudades y las iglesias.

En Tzintzuntzan vi un viejo árbol completamente hueco y quemado que aún reverdecía.

Y entre aquí y allá, he hecho colección de formas, cáscaras de eucaliptos, laberintos de arbustos, frondas que parecen tallar el cielo de nubes.

Museos vegetales.

Los Instagramers

Y ahora que las galerías caben en la palma de la mano, acostumbrémonos a la caída de los mitos.

Los fotógrafos famosos que solían contratar escritores de fama equivalente para hacer ensayos ya pueden guardar sus libros.

Ahora dejemos hablar a los tlacuilos sin capillas ni academias.

Tu eres “Pekitas” la madre de no sé que rincón que celebra la alegría en cada click.

Tu eres la que muestra el difícil romanticismo de una hormiga que carga una flor en sus hombros.

Tu eres la que vas a buscar yerbas y colores en las calles y mercados por donde transita el aprendizaje.

Tu eres la que gozas del encuentro con el mastuerzo y la limosnera a las puertas de la iglesia.

Ahí estás tu, transeunte de Caracas, acostumbrado a las sorpresas de fachadas y rostros de la otra ciudad que no reportan las televisoras.

Ahí estás la que hace un ejercicio de poética visual, acumulando puentes, olas, llanuras y abrazos.

En medio de las virtudes del buen comer, y el ejercicio diario, los cuerpos duros y torneados se exponen a los dedos.

Y ¿qué son esos signos rusos o chinos? ¿y qué es ese lenguaje de ojos y miradas? ¿y en qué país al otro lado del planeta me dan un “like”?

Yo era de los fotógrafos que gastaba lo que no tenía en rollos y fotos con distintos méritos.

Con una cámara evidente solía inventar expediciones a calles y plazas.

Ahora, una cajita cómoda que escribe con números extraterrestres es suficiente para recuperar memorias.

Yo no sé a dónde nos llevará todo esto. Yo no sé que pretenden quienes presumen un millón de “likes” o “seguidores”.

Yo me conformo con salir por ahí a divertirme, y entre mercados y oficinas, recoger unos cuantos testimonios para dos o tres instagrameros que suelen entenderme.