Toda su vida ha jugado a ser y no ser extranjera. Nacida en la Isla de Aruba, Venezuela, Georgette Baker tenía un apellido y un nombre poco hispano.
Su madre era indú y se llamaba Latufa. Se casó con un cubano y se fue a Ecuador. Se divorció y luego de ganar un poco de dinero en un restaurante suizo donde cantaba, agarró su mochila y se fue a varios países de Sudamérica, de Galápagos al Río Amazonas.
Voló a Atenas, donde se casó con un griego. Viajó a Estados Unidos, donde fue reportera de televisión y maestra en Los Angeles.
Con dos hijos, la residente de Chino, recuerda lo mismo a los soldados que le tiraban sus gorras cuando cantaba para ellos en la selva, que el día que la metieron en la cárcel por ser extranjera y sin la visa que había perdido.
Ella llegó a todos los países y a todos los dejó.
Lo único que no ha dejado es su guitarra y su mochila, con la que lleva a dondequiera los mejores cantos infantiles de los países que no la han dejado.
-28, Mayo, 2000