El proceso de morirse

IRSE MURIENDO es más complicado que morirse. A veces esto incluye un drama y escenarios más complicados.
La maestra tuvo primero una operación del corazón y luego un cáncer. Estuvo en un estado delicado por mucho tiempo.
Un día, alguien entendió mal la información y dijo a su mejor amiga que la maestra había muerto.
Su amiga lloró, se deprimió y buscó información de los arreglos. Pero no recibía respuestas, y en la página del Facebook no se decía nada de la muerte.
Fue prudente que no haya mandado flores ni tarjetas.
Su amiga no había muerto, se seguía muriendo.
Con el escritor Gabriel García Márquez ocurrió algo parecido. Dias después de que le dió una pulmonía, El Universal, de la Ciudad de México anunció que un cáncer lo estaba matando.
El presidente de Colombia desmintió la noticia.
Días después Gabo había muerto.

-1 de Junio, 2014.

Los despidos

Salimos a las 4:30 de la madrugada de Los Angeles. Ibamos rumbo al funeral de la maestra a Monterey, California.
La maestra había elegido un bonito cementerio para descansar de su cancer: con un campo de golf a un lado, con el mar enfrente y con el Santuario de las Mariposas Monarca a unos pasos.
Teníamos que ser precisos en nuestro tiempo. Esa risa que fue ella la sepultaron al mediodía, luego de una misa.
Cuando íbamos manejando por la autopista 5 en el Valle Central, la moribunda luna llena esperó a que en el otro extremo del horisonte saliera el sol. La luna esperó, pálida, al sol como desvaneciéndose.
Esa fue quizá una señal de que llegaríamos a tiempo.
Con ese mismo sol, la maestra quedó sepultada en Pacific Grove.
Por la tarde, las siluetas de los venados se veían comiendo pasto entre las tumbas, al ras del suelo.

-15 de Junio, 2014

“La vieja y el perro” -Fabulillas del Tío Caimán

vieja

Caminaba la vieja con su perro el primer día del año en esa costa fría y nebulosa de Monterey, California.

 

-Tu si me haz de entender, de otra forma no andarías conmigo –dijo la anciana enfundada en su abrigo.

El perro solamente la seguía, gozando como ella de esa libertad de andar solitarios en la playa.

-Veras –prosiguió- aquí empieza y termina todo, como el año. Aquí termina el oleaje y vuelve a empezar, así como los años que son solo ciclos de finales y comienzos.

El perro volvió a mover la cola.

En Asilomar, esa joya de California, había muchas cosas qué contar.

Allá arriba estaba un cementerio donde los venados comían pasto recién rasurado por la podadora y se orinaban en las tumbas, sin más preocupación.

Venado

Un venado en el cementerio de Asilomar se orina sobre una tumba. Foto: José FUENTES-SALINAS.

Estaba también el santuario de las Mariposas Monarca, y el “hometown” del escritor John Steinbeck.

Pero a la anciana solamente, ese día, le importaba su perro y el mar.

Ese era un mar sin palmeras, sin mujeres en bikini bronceandose con el tacaño sol. Pero era un buen espacio para defragmentar el disco duro de la memoria, para organizar las ideas, y para tomarse un buen vino con pescado en el restaurantito “Fish Wife”.

De pronto, el perro se echo en la arena.

-No me digas que tu también practicas la meditación y la yoga –dijo la anciana, quien en ese momento se sintió mal por ese cigarro que fumaba.

El perro la vió, con un poco de lástima, cómo echaba humo.

La anciana entendió el mensaje.

¿Quién cuidaría de su perro si ella faltaba? ¿quién lo sacaría a esos paseos?

En ese primer día del año, apagó su ultimo cigarro y se fue caminando con su perro.

-Ya sé que tu no me dices nada. Pero tampoco los demás –murmuró.