Por José FUENTES-SALINAS/ tlacuilos.com
ES UN MOMENTO IMPORTANTE para apreciar los trabajos sucios, la plomería y la endoscopía. Un día antes, piense que es un desamparado o un líder sindical y que hará un ayuno en protesta de algo.
TOMARA GELATINAS, jugo de uvas verdes, o caldo enlatado si es usted masoquista. Nada rojo que confunda a los doctores. Aproveche la inmovilidad para justificarse un ocio que no se suele dar.
ESCRIBA, ABURRA a sus amigos con cualquier ocurrencia en el Facebook, pero evite ver fotos de comida, y si insisten en ponerlas hágales “Unfollow”. Poco a poco, conforme avanza el ayuno su mente se aclarará, pero todavía viene lo mejor.

Escritorio con la biografía de Sigmund Freud, de Peter Gay. Foto: José FUENTES-SALINAS/tlacuilos.com
LA TORTURA EMPIEZA por la tarde cuando los olores de la cocina le llegan con aroma de cilantro y ajo, de filetes de pescado y pan horneado. En ese momento habrá que imaginarse que ha cometido un grave crimen y que le harán beber 4 litros de agua salada, con dosis cada 15 minutos de 240 ml.
NO SE ALEGRE de que los primeros vasos le supieron a una margarita o a una Michelada mal hecha. Lo bueno viene después, cuando hagan efecto las dos pastillitas y el primer litro de agua, o cuando apenas va la mitad y ya quisiera declararse culpable de cualquier crimen inventado.
ENTONCES, RECONOCERA, en lo que entra y en lo que sale, que en nuestros infatigable días acumulamos demasiadas porquerías. Tendrá entonces, un poco de sentido de humildad y mirará lo valioso de tener un baño al lado de su cama. Hasta ahorita no se había dado cuenta, pero el cuarto de su casa lo había convertido en un cuarto de hospital.
SI YA VIO DEMASIADA TELEVISION y se enteró en el Facebook de que el mundo se está acabando, de que los gobiernos no funcionan, de que dios lo arregla todo, de que uno se murieron y otros acaban de nacer, de que hay fórmulas para llorar y para no llorar… Si de tantas pantallas sus ojos, no solo su ano, están irritados, ciérralos, recuéstese y empiece imaginar el capítulo de esa biografía que está leyendo.
REPASE MENTALMENTE cómo ese hombre que exploró las profundidades de los sueños, escribió sus explicaciones reconociendo los suyos y los de sus pacientes. Si casi cercana a la medianoche siente que ya está por vomitar cada vasito de agua salada que va a tomar y que la botella de cuatro litros parece no bajar, lea nuevamente las instrucciones y alégrese de ver que lo que sale se está haciendo tan transparente como lo que entra.
AL DIA SIGUIENTE, cuando el doctor Lee, así como lo hacía el doctor Freud, haya explorado las partes más turbias de su persona se sentirá tremendamente relajado al saber que no hay por ahora motivo de preocupación, y que la cañería está bien.