La Dignidad

No trabaja sucia. No lleva el vestido desfarrado o maloliente. Es cortés con el chofer y lleva su basura limpia en dos bolsas de plástico en un carrito plegable de ruedas. Su rostro arrugado se combinan con su paso firme que busca el primer asiento disponible en en el autobús de la Ruta 173. Todos los pasajeros la admiramos por su faldita de tablitas planchadas, su sweater y, a veces, un gorrito muy decente. La admiran en silencio, porque saben que es una viejita a la que muy bien, otros ya la hubieran mandado al asilo. Podría acaso ser “ilegal”, una inmigrante sin documentos que por esa razón no pide ayuda del gobierno.

Pero en todo el autobús, ella es La Ley, La Moral, La Dignidad.

De todos los que vamos ahí, ninguno trabaja más arduamente que ella, la más anciana.

Sin poder aguantarme las ganas de conversar, dejo de leer el periódico y me entero de que su trabajo empieza a las 5:30 de la mañana. Me entero del precio de la libra de las botellas de plástico y botes de aluminio que recoge todos los días en los callejones de Long Beach.

-Ultimamente ya está muy competido -me dice.

Seguimos por la Pacific Coast Highway. De pronto pide su parada.

No hay mucho tiempo para hacerle la pregunta que todos llevan en la cabeza.

-¿Cuántos años tiene?

-¿Cuántos me echa?

-Veinte -le digo en broma- todavía se ve muy maciza.

-Jaa jaa -alcanza a reír mientras va saliendo- Nomás ochecnta y cinco. Haga cuentas.

 

-José Fuentes-Salinas, 18.Jul.2009.

Los deportistas II

Era un juego amistoso entre el Milán y Pro Patia. Un juego donde no se gana nada al ganar, excepto regalar un momento de entretenimiento a la afición.

El delantero del Milán nacido en Alemania, pero de origen ghanés Kevin-Prince Boateng parecía bailar con el balón hasta que unos gritos de la tribuna lo pararon en seco.

Recogió la bola y se las lanzó.

Empezó a quitarse la camiseta y a salir de la cancha.

Estaba dispuesto a entretener a la audiencia, pero el tiempo en que esta lo hacía humillando a los esclavos había pasado hace muchos años.

Su equipo entendió su gesto y abandonaron el juego.

“Es algo intolerable, era sólo un amistoso. No podíamos haber seguido, teníamos que dar ejemplo”, dijo el capitán del equipo Massimo Ambrosini.

Queriendo explicar las cosas, Gigi Farioli, alcalde de la localidad lombarda de Busto Arsizio, donde reside el equipo contrario, se convirtió en cómplice de los racistas:  “Ha lanzado un balón a 200 km/h contra un aficionado”, reclamaba el alcalde.

-Con datos de AFP, 3 de enero, 2013