LOS INDIGENAS: María del Carmen Tun Cho, Yalitzia Aparicio, y AMLO

  • CARRERA POR LA IDENTIDAD

El 23 de marzo del 2019 el maratón de Los Ángeles registro 24.000 atletas de los Estados Unidos y de 60 países.

Entre todos ellos, había una mujer indígena que cruzó la meta en el número 6919.

Para muchos, que corrían con lo más moderno de la moda deportiva ese sería un puesto de poca importancia.

Pero la meta de María del Carmen Tun Cho, Madre de seis hijos oriunda de alta Verapaz, Guatemala, era mostrar que se puede correr con “caites” (guaraches) y un vestido que muestra la identidad de los pueblos originarios mayas.

Sabedora de los olvidos y las exclusiones, María del Carmen dijo después de correr: “para mí, participar ya es un triunfo”.

Tlacuilos Cibernéticos. Pintura de José Fuentes-Salinas.

  • ACTUAR SU PROPIA VIDA

Yalitzia Aparicio Martínez no pensaba ser actriz.

Solo acompañaba a su hermana que buscaba trabajo en la película “Roma”, de Alfonso Cuarón. Pero a ella le tocó.

El papel que había en la película no era fácil, tampoco difícil. Ella sería una sirvienta oaxaqueña para una familia de clase media en la colonia Roma de la ciudad de México.

La única clase de actuación que había tomado Yalitzia era de su madre, quien había sido trabajadora doméstica o “chacha”, como algunos le llaman despectivamente.

Cuando fue nominada como mejor actriz a un Oscar de la academia de Hollywood, los comentarios no se hicieron esperar, desde los más benévolos como los del mexicano Rafael Cardona: “la eligieron solamente porque corresponde al genotipo indígena”, hasta los más directos y agresivos como los del actor Sergio Goyri: “ella es solo una pinche indígena que solo sabe decir ‘si señora, no señora'”.

  • LOS ESCOTOMAS

Los escotoma son una zona de ceguera parcial, temporal o permanente. En la oftalmología los doctores tienen aparatos para detectarlos. En la cultura, de cuando en cuando algunos periodistas los detectan.

El racismo contra los indígenas es un escotoma que la clase media mexicana padece.

Los presidentes mexicanos casi siempre habían sido blancos o mestizos, cuando llegó Andrés Manuel López obrador.

El hizo un movimiento al que le llamo “MORENA”, como el color de las mujeres indígenas.

También usaba un presidente afro mexicano, Lázaro Cárdenas, y otro indígena, Benito Juárez, como referencias de campaña.

Luego de los primeros 100 días de su presidencia, y no muy lejos de que México recordara los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México se le ocurrió al presidente moreno pedirle en una carta al rey Felipe de España y el papa Francisco una disculpa por los agravios de la conquista de México, que se hizo con la cruz y la espada.

López obrador, un presidente un poco más indígena que sus colegas anteriores fue juzgado de delirante.

Felipe, no el de España, sino el de México, que también fue presidente, dijo que el tema de los agravios ya se habían saldado desde 1836 con el tratado de Calatrava.

Más certera, Betina Cruz, una mujer indígena oaxaquena iba más allá de las disculpas. “Que López obrador no se lave las manos con disculpas ajenas… No queremos disculpas por lo que pasó sino por lo que siguen pasando. El remedio está en que reconozcan nuestros derechos en México y que no se perpetúe la violencia y despojo de nuestras tierras”.

La representante del Consejo de Gobierno Indígena decía: “Un chingo de empresas” que nos siguen despojando son españolas.

EL ARTISTA

Lo más relevante que había encontrado un colega periodista era que el artista pintaba sus enormes cuadros con los dedos.
Quise conversar con Ricardo Ríos personalmente.
Lo encontré sentado en la Galería de Península Art Center en la adinerada ciudad de Palos Verdes.
Iniciamos una amena conversación, hasta que el publirrelacionista llegó a reclamar que no hubiera hecho cita.
Como buen asistente, el tipo pidió que entrevistara primero al director del centro.
Quedé en mandarle a un fotógrafo al día siguiente, y, además, quedé con el pintor de recuperar la conversación para entonces.
Nacido en Olguín, Cuba, y trasterrado a Cuernavaca, México, con Ríos hablábamos el mismo idioma, no solo el español, que los galeristas no entendían, sino el idioma de las teorías del arte.
Me habló de sus esculturas de plástico inflado, de sus enormes cuadros de motivos florales, del expresionismo… de la forma en que los dueños de galerías determinan lo que vale la pena ver, y vender, de lo desechable que suelen ser las imágenes digitales…
Luego de que se tomara su cafecito cubano en la conversación, apareció nuevamente el asistente.
“La conversación ya tiene que terminar”, dijo.
En ese momento, sin que tomara en cuenta la opinión de artista, aquella galería se convirtió como en una tienda de “mexican curious”, donde el dueño se impacienta por lo largo de la conversación entre el “artesano” y el turista.

JFS, 08.22.2015 -tallerjfs@gmail.com

LA VISIBILIDAD

Los oaxaqueños son indígenas y mestizos. A veces son sujetos de una doble y triple discriminación: por ser indígenas, por ser inmigrantes y, muchos, por ser indocumentados.
Pero esto no les preocupa a muchos de los que viven en California, quienes son de los mejor organizados para hacer festivales como el de la Guelaguetza y para enloquecer el paladar de los consumidores con sus delicias culinarias.
El día en que la Ciudad de Los Angeles declaró el “Mes de la Herencia Oaxaqueña”, platicaba en el cabildo con la antropóloga alemana Ingrid Kummes, quien trataba de dar una explicación a estas expresiones culturales.
“Lo más importarte es que les da visibilidad. Muchos inmigrantes están acostumbrados a esconderse”, o a ser demasiado discretos.

JFS, 08.22.2015. -tallerjfs@gmail.com