USTED se levanta a las siete de la mañana un sábado. Lo primero que hace es tomar del buró el teléfono celular, ese aparato que hoy también es: reloj, despertador, telégrafo, cámara fotográfica, calculadora, periódico, “egoteca”, fototeca, buzón, oficina… Ve en la pantalla que son las siete y se da cuenta que ha dormido lo suficiente y que no amaneció con dolor de cabeza porque supo controlar los tragos anoche -dos copas de Shiraz a lo máximo. Luego revisa si alguien publicó algo importante en el Facebook. Lo apaga. Se pone unos pants, va a la cocina, se sirve un vaso de agua y se va a la esquina del estudio. Abre las ventanas y ve que los árboles están cambiando de color y soltando las hojas rojizas y ocres al suelo. Todo está muy callado si acaso a lo lejos se oye un poco el tráfico. Será que para los consumidores no les alcanzó el viernes negro? -se pregunta. Pensar en que ahorita mismo el supermercado podría estar lleno de clientes le disuade de ir comprar dos o tres cosas que necesita para la semana: un rastrillo para rasurarse, una pasta dental… Sentir que no se ha rasurado le recuerda que anoche la reunión se interrumpió cuando su esposa, en el teléfono celular, descubrió que acababa de morir el líder cubano Fidel Castro, el mandatario que sobrevivió a 11 presidentes norteamericanos. Le recuerda que anoche su vecino se tomaba una foto con un habano sin saber que el personaje del siglo XX que los hizo famosos se moría a los 90 años en la isla.
Usted no sabía si hacer un comentario de la avalancha de información en la Internet, en las llamadas redes sociales. Eran montones de cosas repetitivas, retórica anticastrista, procastrista, e intentos de objetividad. La verdad es que el propósito original de la tecnología cibernética de comunicación se estaba perdiendo. Obtener fácil y rápidamente información era un propósito que chocaba con la avalancha de mensajes poco elaborados que distraían y atascaban el flujo de información. Todo esto tenía un gran gasto: su tiempo. En otros tiempos, digamos que hace 20 años, si hubiera puesto su bata el sábado y salido a recoger el periódico a la calle. Con un café sentado en el sillón, escudriñaría las páginas para leer y rápidamente revisaria lo que realmente le interesaba. Sin clicks, sin conexiones al Wi-Fi, dando vuelta rápidamente a las hojas, encontraría titulares tales como: “Murio Fidel”, Cual será la relación entre Washington y La Habana?, Fidel ya no gobernaba”…
Por la ventana del estudio ve cómo se empieza a nublar el cielo. Han anunciado lluvias. Si todo el día está nublado, usted que se levantó temprano habrá sido de los afortunados en haber podido disfrutar un poco de sol.
El sol vuelve a salir en un agujero de nubes, las nubes se recorren un poco. Todos estos últimos años la sequía ha jugado con la esperanza de los residentes del Sur de California. Varias veces se ha anunciado una temporada lluviosa, varias veces ha prevalecido la sequía. Algo parecido se hizo con la muerte de Fidel. Varias veces lo anunciaba unos cuantos medios, varias veces se desmentían los rumores. Esto se incrementó en el 2006, cuando su hermano Raúl asumió el poder que él tenía. Para muchos, no ver a Fidel en público era suficiente para sospechar que se estaba muriendo.
Desde que derribó la dictadura de Fulgencio Batista en 1959, para quienes nacieron en los cincuentas, para los “baby boomers” tardíos, Fidel fue la referencia de lo que ocurría en la política latinoamericana y norteamericana. Fidel acusa, acúsan a Fidel, Fidel es la causa… Pero acaso ninguna isla o país de 11 millones de habitantes ocupó tanto la imaginación política de una generación, con el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, con la cultura de la isla: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Eliseo Diego, Cachao…
Escribiendo y escribiendo, empezando a ver salir de sus casas a los vecinos, usted se da cuenta que la interacción con el mundo ha cambiado abismos, desde que se empezó hablar de la revolución cubana.
Del siglo XX al siglo XXI:
* se cambiaron los relojes despertadores por los teléfonos celulares.
* Se cambiaron las bibliotecas por los teléfonos celulares.
* Se cambiaron las conversaciones por los telegramas de los teléfonos celulares.
* Se cambiaron los álbumes familiares por las fotos guardadas en los teléfonos celulares.
* Se cambiaron los correos en buzones por los correos en los teléfonos celulares.
Aún con todo eso, poco sabemos cómo se distribuye la comida en el mundo, cuántas toneladas de bananas y aguacates llegan a un país rico procedentes de un país pobre, y cuantos teléfonos celulares venden un país rico a un país pobre.
En un día de acción de gracias, nuestra gratitud está desarmada de argumentos: no sabemos bien quien nos da.
Y usted que hace años interactuaban reposada y reflexivamente, con papeles, tinta, abrazos, palabras… Hoy, interactúa costosamente con un aparatito que le podría abrir bien los ojos al mundo, pero usted insiste en verlo con los ojos cerrados, casi en un parpadeo, y en blanco y negro…
Por la ventana se ve que las nubes han desaparecido. El azul, y ocre de los árboles son una invitación a llenarse las manos de yerbas.
-26 de noviembre de 2016.
—José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com