DIA DE LA MADRE: Narraciones, crónicas y semblanzas de madres prototípicas

“México es uno, y uno es un desmadre”, decía el letrero de vagón del Metro en la Ciudad de México.

En realidad, el letrero había sido: “México es uno y uno es México” —Consejo Nacional de la Publicidad. Pero alguien travieso y politizado, le cambió el sentido.

La palabra “Madre” es un signo que cambia de sentido por ser una metáfora del origen.

Un DESMADRE: un desarreglo. A TODA MADRE: algo excelente. DE POCA MADRE: algo superlativamente bien. CHINGA TU MADRE: “la tuya!…” y empieza el pleito.

Por oposición una palabra casi sagrada y con frecuencia fatigada por la cursilería se puede convertir en el insulto más agresivo, que de manera eufemística Paquita la del Barrio lo deja en: “sin hacer más bulla, me ‘saludas’ a la tuya”.

MUESTRARIO DE MADRES

LA SOLEDAD: Doña Ramoncita Viuda de Granados

Estaba sola la mayor parte del año. En el Panteón Municipal de Zacapu, Michoacán, su tumba tenía el epitafio: “En recuerdo de su hijo Vicente”.

Ramoncita había tenido un solo hijo y ningún nieto, y el hijo, como muchos mexicanos, se había tenido que ir muy lejos a buscar un mejor sueldo y una mejor vida.

Don Vicente Granados se había convertido en un gran chef en Filadelfia, y cada año regresaba a Zacapu a visitar la solitaria tumba de su madre.

No iba solo. El hombre elegante que vestía con sombrero de fieltro, y traje de casimir como Eliot Ness, de Los Intocables, iba con su único amigo del pueblo: el sastre que le hacía sus trajes en el tiempo que duraban sus vacaciones.

También, la numerosa familia del sastre lo había adoptado como un tío magnífico que cada vez que llegaba era como un Santa Clause lleno de regalos que venía del Polo Norte. En esos días que llegaba Don Vicente, había comidas especiales, paseos a la Laguna y fotografías (las únicas fotos de esa época son las que tomaba Don Vicente).

Pero un año ya no volvió. Ni el otro.

En los 60’s, nadie envió una carta.

La tumba de Ramoncita se quedó más sola que antes.

Y aunque tenía letrero de “perpetuidad”, sacaron sus huesos y en ese panteón tan lleno de muertos le acomodaron otra madre acaso menos solitaria.

LOS CAMBIOS: historia de las Paulas

Doña Paula se casó en 1936 y tuvo 13 hijos. Dos se le murieron de bebés, y 11, con mayor o menor fortuna crecieron e hicieron sus familias.

Nadie sabe si el costo de la maternidad le acortó la vida y un día le apareció un cáncer en el aparato reproductor cuando apenas llegaba a los 50 años.

Sacrificándolo todo, dándolo todo, Doña Paula sabía cocinar, planchar, lavar ropa en el lavadero… pero sobre todo sabía magia. Por arte de magia, hacía que el escaso salario de su esposo el sastre le alcanzara para hacer de comer a la gran prole y para crear esos extensos jardines que los turistas norteamericanos (cuando viajaban en caravanas) se detenían a retratar.

Paula, su hija, cambió un poco. Ella fue más años a la escuela, se hizo secretaria, tuvo tres hijos, se casó dos veces y se fue a vivir a otras ciudades que Doña Paula solo visitó cuando iba a sus curaciones a los hospitales.

Paula, la nieta, fue un poco más lejos que las otras. Tuvo más años de escuela y menos hijos. Se graduó de la universidad, se hizo abogada, y tuvo un par de hijos.

A Don Fausto, el abuelo que ha vivido más de un siglo, le parece que lo que ha ocurrido con las madres ha sido algo extraordinario.

LAS SUPERABUELAS: las madres que regresan al maternaje

La Luchona llega a las cinco de la mañana al gimnasio. Hace ejercicio. Empieza por limpiar los baños de las mujeres, luego se mete al salón de los ejercicios aeróbicos, y mientras limpia los vidrios, explica: tiene que salirse al rato a llevar a sus nietas a la escuela, luego regresa a terminar sus cinco horas y a ver qué les va a dar de comer. Si tiene casas que limpiar, se va a limpiarlas…

Sin querer reconocer que su hijo le salió un “bueno pa’ nada”, la Superabuela parece disfrutar de ser una amorosa sargenta que les da estabilidad a esas chamacas que no son suyas, pero como si lo fueran.

Oriunda de Jalisco, la Luchona se casó siendo una niña para escaparse de la violencia de su casa, pero le salió peor, con un marido golpeador.

Se salió de esa relación abusiva. Se la rifó ella sola para cuidar a sus hijos… Y, ahora, también a sus nietos.

 

 

—José FUENTES-SALINAS, Long Beach, California, 05052019

 

SWAP MEET: Uno nunca sabe qué va a encontrar en un tianguis

Llegué a pagarle lo que le debía al chino.

El lo recordaba bien.

“Son dos dólares”, dijo, “estoy viejo, pero tengo memoria”.

En el terreno del Swap Meet de la Villa Alpina ya se había colocado la enorme carpa blanca con las banderas norteamericana y alemana para el “Oktobefest” que empezaría en dos semanas. Era un poco antes del mediodía.

Aún así no había muchos clientes. Por eso algunos puestos ya estaban levantando tienda. Me llamó la atención un pelotón de maniquíes que estaban envueltos de papel colofán. “Estos son de una tienda que cerró”, dijo el hombre de sombrero de palma. “Todos tienen buenas nalguitas, jaa jaaa…”

Los maniquíes los iba colocando adentro de la camioneta y en la caja de atrás, pero eran tantos que los tuvo que amarrar arriba del techo, con un colchón encima para que apretaran.

Uno nunca sabe qué se va a encontrar en un tianguis de cosas usadas. Uno nunca sabe lo que va a desechar la gente, o que rutas de ciudades tomarán los vendedores en los fines de semana de “Garage Sale”.

El Tabasco, de Zacatecas, ese jueves tenía tres perros gigantescos de una compañía de juegos mecánicos de feria.

“Aquí me los traje para que nos cuiden”, dijo el hombre que ya estaba contando los días que faltaban para irse de vacaciones a su pueblo. “Me voy a pasar todo el mes de Septiembre por allá.

Ya hace tiempo que no voy para las fiestas patrias, a ver qué me encuentro”. Acicalándose su bigote canoso, dice que recuerda cuando el 15 de Septiembre las autoridades del pueblo permitían que la gente llevara sus pistolas a la plaza. “Mi padre tenía una pistolita calibre 22, y cuando daban el grito, como todos la disparaba al aire. Otros llevaban escuadras como las de la policía, y hasta metralletas cuernos de chivo. Eran otros tiempos. Luego de gritar ¡Viva México! se oía el tronadero de pistolas”.

Maniquíes a la venta en el Swap Meet de Carson, California. Foto: José FUENTES-SALINAS/Tlacuilos.com

Mis conversadores habituales no fueron ese día al tianguis, pero me encuentro con Zoyla Luz, la señora de Yurécuaro, Michoacán, que ha apartado en una mesita cosas de un dólar. Agarro un tarro de vidrio para servir cerveza y le hago plática. Con cerveza ¿a cómo me lo da?… “jaa jaaa… Con cerveza le costaría ocho”, dice su esposo, Ascensión. A ver ¿por qué uno no dice: mejor con un licuado con huevo?…

Con la pareja que llevan 30 años de casados nos ponemos a platicar de los licuados, y de las “pollas” que se acostumbraban como “tentempiés” para dilatar el desayuno. “A mi padre le gustaba tomarse unos huevos crudos con Coca Cola o jerez”, dice Zoyla. “A mi me daba asco, sentía como que le tronaba el cuello. Tampoco me gustaban las almejas casi crudas que agarraban en el río”.

Recuerdos sacan recuerdos.

Zoyla tiene veinte años sin regresar a su pueblo. No tiene papeles de inmigración. Y a su hija, la mayor, que solía ir con el acta de nacimiento de una prima de su misma edad, hace 10 años que la agarraron los de inmigración, y hace 10 años que no la ve. “Yo le digo: ‘ya vez, por no aguantarte, ahorita ya podrías arreglar con DACA’”. 

Zoyla le deja un momento el puesto a Ascensio y va a un puesto vecino. Regresa con una hojita con números telefónicos. ¿No quiere participar en una rifa?”, pregunta. Se trata de una señora que tiene cáncer y le deportaron a su esposo, pero cuando lo deportaron, le dio un infarto y allá murió en México. A la pobre se le vinieron de pronto todos los problemas. Ahora está rentando un cuarto en una casa, donde la tratan como sirvienta, aunque paga renta”.

El calor está a 90 grados.

Zoyla empieza a recoger los tiliches y los va guardando en cajas de plástico negras con tapaderas.

Hablamos de lo difícil que suele ser la vida, pero lo necesario que es enseñarle a los chamacos a ser luchadores, a curtirse en los problemas. También en lo inesperados que suelen ser. Cuenta que cuando su hija la menor iba a graduarse de la High School la llevó al centro comercial a que eligiera unos zapatos, y se pasaron todo el día y a la “niñita” no le gustó ningún modelo, y, además, perdió su teléfono celular. “Estos chamacos todo lo quieren, y pronto”, dice Ascensio.

Luego su esposa explica que hizo hasta lo imposible por encontrarle su celular, al tiempo que la regañó, pero que se encontró con otra señora que le puso un alto. “Me dijo: mire, yo que usted iba y le compraba otro celular. Esas son cosas materiales. No vale la pena discutirlas mucho. Yo cómo quisiera tener una hija para regalarle un celular, pero la que tuve se me murió de cáncer”.

Las tiendas de tecnología cibernética

De cómo los “millenials” ayudan a que sus padres se adapten a las nuevas formas de comunicarse.

Por José FUENTES-SALINAS
tallerjfs@gmail.com

CERRITOS MALL.- A la Chulita le aburren las filas de espera, los estacionamientos congestionados, la pérdida de tiempo. Por eso estamos ahí a las 9:30 de la mañana esperando que abran la tienda Apple. La vieja computadora se ha vuelto muy lenta, y con frecuencia tiene crisis esquizofrénicas o catatónicas.
– Ya. Hagamos el sacrificio -dice- necesitas una nueva. Ya no puedo ni hacer mis transacciones del banco.
Haciéndo cálculos, con un “tarjetazo” podemos agarrar un MacBook con un cerebro más rápido.
La gente empieza a llegar a ese pasillo iluminado cerca de la tienda “True Religion”. Nos sentamos en unos de los sillones que tienen acomodados enfrente de la entrada. Los trabajadores de la limpieza están terminando de hacer su trabajo. El suelo es brilloso y las mesas donde están acomodados los aparatos lucen pulcras. Muy pronto, ahí estarán deambulando amas de casa, estudiantes, niños, adultos… esperando que un jóven les resuelva las dudas y haga funcionar sus aparatos.
Enfrente de mi llegan un par de sordomudos. Se dicen cosas con las manos. Llevan sus iPhones para no sé que asunto. Más tarde le preguntaré a un empleado si tienen personal que sepa el lenguaje de las manos.
-Algunas veces los tenemos, pero la verdad es que ellos pueden usar el mismo tecleado para comunicarse -me dirá uno de ellos.
Lo que si tienen ya es una cuota de empleados bilingues que hablan español. El mercado latino en Los Angeles es uno de los más importantes. El último reporte de Beacon Economics dijo que en un año, los latinos gastan un promedio de 1.3 Billones de dólares solamente en tecnología cibernética. Muchos son inmigrantes, y las redes sociales y los teléfonos celulares han ayudado a mantenerse en comunicación con la familia. He visto en la calle, pintores de casas comunicarse con sus familiares en Guatemala o México a la hora del almuerzo.
La gente sigue llegando, pero la Chulita me dice que llegamos demasiado temprano.
-Abren hasta las 11 -dice- voy a sentarme a tomar un café.
La gente, ordinariamente ya no invierte mucho tiempo platicando, mientras espera. Pero tratándose de personas que no pueden usar sus dispositivos electrónicos, la plática suele ocurrir.
-Uno de los problemas que tenemos que resolver en la actualidad es el de entender en qué forma la tecnología está cambiando nuestros estilos de vida -le comento a una señora que está a un lado.- ¿Qué tanto debemos dejar que la tecnología cambie nuestras formas de comunicarnos?
-Lo sé. Yo tengo sin teléfono celuar un par de días, y algunas cosas se me han dificultado -dice- ahora que fui al partido de futbol de mi hijo, necesitaba usar los mapas de google para orientarme… Pero, de todas formas llegué.
Entre los sillones y la entrada de la tienda, la gente que llega al Mall pasan con su iPhone en la mano. Adentro de la tienda se empieza a ver movimiento. Llega una muchacha que empieza activar los aparatos, luego el manager que agrupa a varios de sus empleados que lucen una T-Shirt azul con el logotipo de la manzana. La mayoría de ellos son los “millenials”, los que no usan trajes ni corbatas, pero son unos expertos en arreglar programas y aplicaciones cibernéticas.
Unos quince minutos antes de abrir, se forman dos filas: los que van a comprar aparatos a la derecha, y los que llevan sus aparatos para que se los arreglen, a la izquierda. El mánager, igual de jóven que los demás, sale con los empleados. Cada uno lleva una tableta para asignar a cada uno de los clientes con una persona. Todo está bien organizado. Los empleados son como anfitriones personales. Nosotros que tenemos la intención de que nos arreglen “la viejita”, y comprar un nuevo MacBook nos formamos en la fila de los compradores y damos el número de teléfono para que nos aparten un lugar en el “Genius Bar” (la barra de los genios), donde nos habrán de actualizar a la vieja computadora.
Para cuando abre la tienda, todos saben con quién habran de hablar.
– Ja jaaa… Ojalá pudieran aplicar este modelo de atención al cliente en los servicios de la ciudad -le digo al gerente.
Mientras los padres conversan con los empleados, muchos niños se apostan en las mesas chaparritas y abren las tabletas, como si se tratara de algo familiar. Tienen incluso sillones en forma de almohada como los que usaron los inventores de las computadoras y que están en un museo de Mountain View en el Valle del Silicio.
Los jóvenes saben que la empatía que pudieron haber desarrollado con sus padres o tíos de algo les servirá aquí. Piden identificaciones y contraseñas con mucha paciencia, juegan con los aparatos como si jugaran con juegos de Nintendo. Finalmente venden. La tarjeta entra en la ranura y se firma con la uña en la pantallita.
Para cuando casi termina la transacción de compra del nuevo MacBook, en el iPhone ya hay un mensaje de que en el “Genius Bar” nos están esperando.
En el “bar” nos atiende un muchacho que da respuestas rápidas y convincente, del por qué, cómo y para qué. La vieja computadora de más de 10 años la ve como un doctor de geriatría ve a sus pacientes.
– Mi madre tiene una igualita -dice el muchacho- vamos a arreglarle sus programas, sus máquinas de búsqueda para ver qué tan rápida la podemos hacer. Su problema no es la falta de memoria. Tiene casi la mitad de la memoria sin usar.
En la pantalla del viejo aparato van apareciendo códigos y las barras horizontales de entrada y salida de programas se llenan de azul y desaparecen.
El diagnóstico y tratamiento de la enfermedad cibernética parece tener resultado. Los periódicos aparecen más rápidamente y el YouTube baja sin tanta lentitud.
Si hubieramos empezado por aquí, por arreglar a la “viejita”, no estoy muy seguro de si hubiera comprado la nueva computadora.
Pero cuando me dice el muchacho que a esta hay que tratarla con mucho cuidado al instarle nuevos programas porque podría entrar en “shock”, me doy cuenta que la decisión fue la correcta.
De la tienda, salimos con la vieja y nueva tecnología.
No hay pierde: dos generaciones son capaces de colaboración.

-LONG BEACH, CALIFORNIA, 5 de Septiembre, 2016.

Guia NO oficial de la hispanidad en el Sur de California

Del 15 de Septiembre al 15 de Octubre se celebra el “Mes de la Herencia Hispana” en los Estados Unidos.
Tantos nombres de calles y de ciudades hispanas serían suficientes para que los hispanos y No
hispanos celebraran el mes.
Lo que ocurre es algo diferente.
En la ciudad con el nombre hispano más largo del mundo, el mes de la herencia hispana se vive como un gracioso reconocimiento al “mercado hispano”.
En la ciudad “Nuestra Señora Reina de Los Angeles del Río de la Porcíuncula”, abreviada como “L.A.”,
en el intermedio de un partido de futbol, una marca de salsas hace un juego de gatos en el campo arrojando enormes sombreros como si fueran las piezas del tic-tac.
Los supermercados publican ofertas con “flyers” donde aparecen maracas, flores y sombreros.
El criterio del mercado vende la idea de que la hispanidad es colores rimbombantes, tequila, tacos y mariachis.
El discurso dominante, desde el inicio de Hollywood hasta nuestros días, reduce a una de sus partes la cultura de los “otros”. Esta suele ser la parte más vendible, más manejable.
Rascándole a la costra de los estereotipos, otra imagen aflora.
TAXONOMIA DE LOS ESTEREOTIPOS
LOS SOMBREROS.- El modelo de sombrero de enorme ala fue popular entre los campesinos mexicanos de hace un siglo. También lo usó el General Emiliano Zapata. Las largas jornadas “de sol a sol” de los campesinos en el porfiriato los justificaba. Pero otro caudillo mexicano, Pancho Villa, el Centauro del Norte, usaba un sombrero de cazador como los que los norteamericanos usaban en los safaris en Africa. Pero el sombrero más popular entre los mexicanos de ahora se debe a las películas norteamericanas de cowboys. Casi todos los artistas de música regional mexicana usan sombreros de vaqueros Stetson.
EL TEQUILA.- Emborracharse con tequila es casi tan estereotípico como ponerse a dormir la siesta bajo un cactus a la sombra de un sombrero. En el Siglo XXI, las canciones de la música regional mexicana le apuestan más al whisky escocés y a la cerveza, que fue implantada en México por los cerveceros austriacos.
EL REBOSO.- Las palabras “camisa” y “pantalón” son tan árabes como el reboso. Cuatro siglos de dominación árabe en España, explican por qué los más mexicanos o hispanos de los mexicanos son también un poco árabes.
“SEX, SOCCER AND SOAP OPERAS”.- Cuando se analiza el tráfico en la Internet, las categorías que más aparecen son sexo, telenovelas y futbol. El sexo en su expresión comercial, la pornografía, es un producto muy norteamericano y francés. De las famosas tarjetas postales francesas del Siglo XIX y XX, los norteamericanos las llevaron al video porno. El Valle de San Fernando, en Los Angeles, es la capital mundial de la pornografía. El soccer, como se sabe, fue un producto inglés que se enriqueció en Sudamérica. Las telenovelas es una adaptación mexicana y colombiana principalmente de las teleseries norteamericanas. Lo curioso es que el basquetbol, algo que refleja más que muchos otros deportes el atletismo norteamericano, según el “Libro de los Orígenes” de Panatti, tuvo su origen en el Ollamalitzli prehispánico. En una excavación en Chiapas, México, donde se iba a contruír una cancha de basquetbol en una escuela secundaria se encontró las ruinas de una cancha de juego de pelota prehispánico.

(CONTINUARA)

-JOSE FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com

EL HOMBRE DE LETRAS

Torrance, California. Foto: José Fuentes-Salinas

Torrance, California. Foto: José Fuentes-Salinas

P1030085Este era un hombre de letras. Las letras le daban para comer. El solo se tenía que encargar de que tuvieran luz intensa, de que se unieran bien en armonía y contraste para que dijeran algo. A pesar de la lenta recuperación de la economía, el hombre de letras no se preocupaba demasiado. Todas las semanas tenía trabajo. Todas las semanas había algo que decir, aunque, con frecuencia solo se trataba de reemplazar lo ya dicho por algo más brillante, pero que comunicara lo mismo. Su trabajo lo hacía con gusto, bajo pleno sol o con día nublado. Sus letras siempre eran necesarias para salvar de un dolor de muelas a un paciente desesperado o para invitar a tomar cerveza y jugar billar a un viejo solitario.
Era también un trabajo de altura que antes suponía subirse a una escalera, pero hoy, cómodamente se sube a una plataforma mecánica que él mismo controla apretando unos botones, casi como los escritores usan sus computadoras.

-José FUENTES-SALINAS, Long Beach, CA., 1 de Mayo, 2014.

ECONOMIA E IDENTIDAD: El negocio de la nostalgia

Había pasado un siglo de inmigración.

Los presidentes seguían haciendo sesudas investigaciones para que los mexicanos no se fuera a dejar lo mejor de sus vidas a las fábricas y campos de California.

Por eso en el Siglo XXI la nostalgia seguía siendo un buen negocio.

La idea de recuperar simbólicamente el pasado puso de moda las películas mexicanas en la televisión en español de Los Angeles con su caudal de publicidad, así como puso de moda la abundancia de mariachis en todo el Sur de California.

Impedidos para regresar con la frecuencia que quisieran a sus países de origen, inmigrantes mexicanos compran cualquier cosa para recuperar su pasado: cortinas de popotillo de Frida Khalo hechas en Taiwán, vírgenes de Guadalupe hechas en China, gorras beisboleras con refranes latinos hechas en Corea…

La nostalgia de los inmigrantes es tan buen negocio que sin saber español, Ted Holocomb hace festivales de la Independencia Mexicana en varias ciudades del Sur de California.

En el negocio de la nostalgia, todo se vende:

-El francés Charles Bonaparte vende comida mexicana en los 7 restaurantes de “El Gallo Giro”

-Los judíos Israel Jerry y Ron Azkarman amueblan casas de los latinos con sus tiendas “La Curacao” que llevan el mensaje “un poco de tu país”.

-El cubano Gilberto Cárdenas vende los quesos cacique que utilizan a un charro mexicano como símbolo.

-Coreanos y libaneses venden los sombreros y botas de los vaqueros mexicanos en Huntington Park. La zapatería “Tres Hermanos” es propiedad de libaneses.

-El coreano-americano Donald Chae hizo un gran centro comercia en Lynwood llamado La Plaza México que reproduce varios edificios de las ciudades mexicanas.

Alejados de los clichés del “Only English”, los comerciantes no discriminan a quienes tienen capacidad de compra y de trabajo… Aunque no les den licencias de manejo.

José Fuentes-Salinas/ tallerjfs@gmail.com

-Con datos de L.A. Times, 5, dec., 2004.

LOS ESTUDIANTES

SON DOS niños que aún no se inhiben de hablar español. Dicen que van bien en matemáticas y en inglés, pero no tan bien en ciencias. El cronista les pregunta de ecuaciones que saben resolver. Luego les muestra un periódico en el que pueden leer sin tropiezos el pie de foto del enterramiento de 1,689 cadáveres no reclamados en Los Angeles hechos cenizas.

-¿Es usted maestro? –pregunta.

Luego salen del bus, deseando que el cronista tenga un “buen día”, porque, además de matemáticas e inglés, han tenido clases de Cortesía… en sus casas.

 

José Fuentes-Salinas, Carson, California

tallerjfs@gmail.com