CRONICAS: COVID-19, el coronavirus y los nuevos estilos de vida entre los inmigrantes mexicanos en California

No se si ya se dió cuenta, prima. Pero ahora que vaya a que me corte el pelo, no voy a poder platicar con usted. Bueno, no así de cerquita, como antes. Usted sabe: hay que guardar la distancia razonable.

Y, déjeme decirle que la voy a ver a usted a que me corte el pelo para el Día del Padre solamente poque le tengo confianza, además de que siempre me hace ver bien.

No sé cómo le va a hacer para hacerme la rayita, o el “fade” atrás, pero, a lo mejor no le molesta que me afloje un poco el tapaboca, usted dirá.

Mire: así van a ser las cosas en muchos lugares desde ahora, y hasta que no aparezca una vacuna. En los aviones se va a acabar ese cotorreo de “¿a dónde va?… ¿cómo se llama el morrito?… ¿cuánto tiempo tiene sin ver a su abuelita?… ¿le van a bautizar el chiquito?..”

No, prima. Ahora los pasajeros van separaditos con sus tapabocas y las azafatas le dicen: miren, si no tienen sueño, háganse pendejos como si durmieran. Ja jaaa… Y olvídese de echarle piropos, o de preguntarles: ¿eres de Purépero?… pues que bonitos ojos tienes.

Eso sí. Cuando se trate de seguridad, le van a pedir que se los baje (los tapabocas, no sea mal pensada). Ahorita como andamos, todos con tapabocas, parecemos bandidos. Y si se pone unas gafas oscuras, pues ya pa’qué le cuento: tipo sospechosos. Mire, si ya antes con las medidas de seguridad había veces que uno hacía streap tease, ahora no sé cómo le van a hacer. Ahora los peligros no son los terroristas sino los coronavirus. Pero en el fondo de todo eso el problema es que los viajes van a ser cada vez menos de placer y más por necesidad. Yo por eso les estoy pidiendo a mis parientes en México que por favor no se mueran, que no me hagan viajar de urgencia.

A lo mejor se vuelve a poner de moda los viajes en carrertera, pero no en autobús, porque sería peor. A lo mejor muchos se van a comprar o a rentar sus “Motor-homes”, sus RV’s. Así era antes, cuando Doña Chelo cosía huevos y preparaba sandwiches para el camino.

A mi me gustaría llevármela a pasear así, prima. Usted ¿qué dice?… por lo menos a Yosemite para que se relaje de todo este relajo. Mire, usted me conoce por ser el mañanero, por ser de esos tipos “alrrevesados” que siempre les gusta irse tempranito a todos lados: ir al cine cuando no van muchos y las salas están casi vacías, ir a los parques cuando hay solo dos o tres corriendo, y salir tempranito a los viajes, cuando los baños públicos estan recién lavaditos.

Si, prima. Ríase. Ya llegué a la edad en que califico para morir de cualquier contagio, ya tengo esa “condición subyacente” que es la edad para que un chingado virus me parta la maraca. pero no soy pendejo, déjeme decirle. Yo no me arriesgo así a lo bestia como los del Condado de Orange, que no quieren usar mascarillas los señoritos (como si tuvieran una trompa muy linda).

Yo soy abusadillo desde chiquillo, y sé que en estos tiempos lo más peligroso es estar cerca de los imbéciles que se creen supermanes.

¡Ah qué, prima!… ya la voy a dejar ir.

Disculpe mi atrevimiento, pero yo nomás digo.

Ahí se me cuida.

CRONICAS DE CALIFORNIA: La Banda Oaxaqueña “Herencia Zochileña”

ARABELA TIENE SIETE años y entra la iglesia de San Emydius con sus nachos con queso en la mano. Sabe acaso que esa no es la forma más correcta de comulgar con dios, pero tiene hambre, y, además, quiere acompañar a su hermanita que toca el flautín en la banda filarmónica “Herencia Zochileña”. Se me queda viendo como pensando acaso que le voy a decir “niña, a la casa de dios no se llega con botanas”.

Luego, el director y maestro Alberto Martínez, con su trompeta empieza preparar a los niños que acompañarán la misa dominical.

“Aleluya, aleluya Santo, Santo es el señor…”

Luego de la primera intervención de la banda, viene la carta a los hebreos, el Evangelio según San Marcos, la referencia a los fariseos, al divorcio al y el padre hablará del noviazgo, de lo que es tener una compañera, no un objeto…

Mientras, Melanie y Adrián colocan sus iPhones debajo de las partituras musicales que tienen impresas la “Misa Oaxaqueña”.

Yo vine aquí porque Venancio me invitó, porque quería verlos en acción, antes de que se presenten el 10 de noviembre en la Lynwood High School.

“Va a ser una fiesta oaxaqueña para juntar dinero y comprar o arreglar instrumentos”, dijo Venancio que es como el publirelacionista sin título de los zochileños.

Por un momento en ese espacio se juntan las bondades del mundo: los niños que no quieren otra cosa que alegrar los misterios de la existencia, el maestro que generosamente da su tiempo para preservar la música, la soprano que canta el Osaaaanaa… la hija que lleva a su madre en silla de ruedas, el adolescente que carga el pesado corno inglés… Y los voluntarios que allá, en el comedor, servirán a los hambrientos pozole, menudo, tacos y tamales como multiplicando el evangelio proverbial.

Niños de la Banda Infantil Oaxaqueña en California “Herencia Zochileña” en la misa de 2 PM del último domingo de Octubre, 2018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

MAS ALLA DE “COCO” Y HOLLYWOOD 
Más allá de los estereotipos de la cultura mexicana, la comunidad oaxaqueña mantiene el movimiento de la cultura popular.
Cuando van a tocar a un funeral se ponen muy serios. Observan a los dolientes, y, al tocar el “Dios nunca muere”, saben que están contribuyendo a la elaboración del duelo. Pero cuando los invitan a tocar a la Universidad de California de Los Angeles (UCLA) junto con un grupo de danza, saben que ahí, la tuba y las trompetas tienen que provocar el ritmo de los pies.

“No es solamente la música”, dice el director y maestro de la Banda Infantil Herencia Zochileña, Aberto Martínez, “es la cultura, los valores de sus ancestros”.

La banda que el 10 de Noviembre tendría una presentación cultural en la Lynwood High School para juntar fondos para sus instrumentos es una de las mejores expresiones de la cultura latina y mexicana. Para formarse no requieren de fundaciones ni academias, y la espontaneidad con que se forman refleja el carácter verdadero de la cultura popular.

“Así como los brasileños casi nacen con una pelota de futbol, los oaxaqueños nacen con un instrumento”, dice Martínez.

Alberto Martínez, director de la Banda Musical “Herencia Zochileña” en una misa en la Iglesia San Emiydius, en Lynwood California. 1022018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

En una presentación reciente en la misa de 2 PM de la Iglesia de San Emydius, de Lynwood, los chamaquitos se apostaron en una esquina, al lado izquierdo del altar, y a la señal del maestro empezaron a tocar la “Misa Oaxaqueña”. En ese momento ellos se convertían en el centro de la invocación espiritual, como en los tiempos de Mozart.

Son niños. Los menores tienen siete años, los mayores, 17. Y como niños, no se podía evitar ver que debajo de la partitura unos pusieran su iPhone, para en un descanso ponerse en contacto con el ciberespacio.

Cuando se le pregunta a Martínez cuál es el principal obstáculo para la enseñanza musical en estos tiempos de cibertecnología, no duda en decir que son los celulares.

“El mayor obstáculo puede ser la distracción de la tecnología. Por eso, en las juntas yo se los hago saber a los papás. Les digo que se la tienen que prohibir, si no hacen caso. Hay que tener carácter. Yo, cuando vienen a las clases, si le quito el celular a uno, los demás hacen caso”.

Pero ¿no les puede servir para escuchar cómo tocan otras bandas?, se le pregunta.

“Si. En ese sentido puede servir. Pero yo no quieron que se hagan músicos líricos (de oído). Yo quiero que aprendan a leer las partituras. Ahora que, si, cuando vamos a tocar a un lado, les paso en mensaje de texto la lista de piezas que vamos a tocar, para que estén listos”.

Partitura de la Misa Oaxaqueña que niños de 7 años han aprendido a leer. Foto: José FUENTES-SALINAS.

La banda formada hace tres años es una de las varias que existen en el Sur de California. Recientemente fueron de visita a las fiestas patronales de Santiago Zochila y fue una verdadera sorpresa para los niños.

“Fueron a tocar con las mejores bandas de la región, y los dejaron muy impresionados”, prosigue Martínez. “Cuando aún no regresaban a California, empezaron a llegar una gran cantidad de mensajes en el Facebook, de lo impresionado que estaban”, dice.

Martínez, quien trabaja planchando en una tintorería, está satisfecho del trabajo que ha hecho. Tiene tres hijos que también aprendieron la música, uno de ellos, Jorge, toca la tuba en la Banda de Régulo Caro.

Cuenta que hay niños que además de tomar clases de música con él, están en los programas de música de sus propias escuelas, y, con frecuencia, sorprenden a sus maestros.

“Hubo uno, que según eso, estaba atrasado en su escuela, y luego de un mes, aprendió más de lo que le habían enseñado en todo el curso. Yo creo que se trata de motivar a los niños. A veces los padres se ponen a llorar cuando ven cómo sus hijos tocan la música en sus presentaciones. Una señora me dijo ¿cómo le hizo si mi hijo era un diablillo en la casa?”.

Oriundo de Santa María Yalina y casado con una mujer de Santiago Zochila, recuerda que cuando quizo aprender a tocar música, su abuela no quería. “Todos los músicos son unos borrachos”, le decía. Pero como “los oaxaqueños nacen con un instrumento”, pronto aprendió este arte, y antes de emigrar a Estados Unidos, ya había formado una rondalla en la iglesia de su pueblo.

LEJANIAS: El inmigrante que siempre ha tenido los pies sobre la tierra

Uno de los tractores que campesinos inmigrantes han usado en California para sembrar, cosechar y alimentar al mundo. FOTO: José Fuentes-Salinas

Hicieron una hilera de maquinaria vieja entre la casa de fruta y el río: Dinosaurios y tigres dientes de sable que escarbaron la tierra, que hicieron surcos y caminos, que sacudieron árboles y les arrancaron frutos.
Caminé a un lado de todos ellos, Como un niño que va al museo.
“Sí. Todo por servir se acaba”, dice Salvador Esqueda, “yo me trepé a ese tractor que usted ve ahí”.
Salvador siempre ha estado con los pies sobre la tierra.
A los 10 años tiraba la semilla entre los surcos de su natal Zamora, Michoacán, mientras su padre jalaba un castigado caballo. A los 15 ya era una máquina para recoger fresas, alternando horas de escuela y horas de campo.
“Qué bonito sentía, usted viera, compartir mi sueldo con mi madre”.
Después vinieron las cosas del amor y las lejanías en California.
Y, como quien me cuenta sus hazañas, presume a sus hijos universitarios, aunque… Le preocupa y el de Chicago que suele hablarle para compartir sus soledades.
“Quieres que me vaya vivir allá, usted va a creer”.
En medio siglo de existencia, Salvador sabe bastante de surcos y cosechas, del movimiento del sol y de las máquinas.
Dice que tiene un tío en Zacapu y otros quién sabe dónde, que como él un día de un año lejano se fueron para siempre de su madre tierra a sembrar otras tierras, y ayudar a tantas madres.

Salvador Esqueda, inmigrante michoacano que ha contribuído a alimentar al mundo, desde la capital mundial de las almendras, duraznos, lechuga…
FOTO: José Fuentes-Salinas

-San José, California, 2017

FOTOS Y TEXTO: José Fuentes-Salinas, tallerjfs@gmail.com

 

 

Caravan Motor Homes: El Primer Trabajo

PARAMOUNT, CA., 1978.- Concluyó el fin de semana. Al final de la jornada del viernes, se recogió la cooperación para las cervezas. El compa Beto del Montecarlo fue a traerlas. El era el encargado, y vaya que estaba preparado. La cajuela del Montecarlo se había convertido en una hielera.

Así, al salir de la nave industrial de Caravan Motorhomes, en el estacionamiento ya esperaban las “chelas” bien “helodias” para despedir la semana.

En la cajuela de un Montecarlo, Beto había hecho una hielera donde colocaban las cervezas para festejar la semana laboral. Foto: José Fuentes-Salinas

El Bob, uno de los dueños y supervisor de la compañía se hacía de la vista gorda. Solo cerraba la puerta de la fábrica para evitar compromisos.

De Zacatecas, Sinaloa, Michoacán… los compas que hacían zumbar herramientas todos los días, bromeaban, y hablaban de la familia de aquí y de allá, de los autos, de lo que pasó en la semana, de nada… De todo. Se pitorreaban de aquel amigo del Bob que daba la impresión de que trabajaba mucho, andando de prisa de aquí para allá, pero que, al final, lo que hacía era meterse a las Motor Homes y ponerse a escuchar radio.

Pero el que sí le ponía duro era el Ramón, que como un Rambo de las herramientas automáticas ponía la estructura y el triplay de los muros de esos coches casa que pronto podrían andar paseando en Yosemite o Malibu. Todos, como hormiguitas, tenían un trabajo específico. El Zardo, un chamaco zacapense que a sus veinte años, tenía su primer trabajo en una fábrica, se encargaba de poner las hojas de fibra de vidrio que van sobre la cabina del conductor. Luego les colocaba el tanquecito del gas, y ya cuando las unidades estaban terminadas les echaba un impermeabilizan de chapopote en la parte de abajo. También les pintaba las franjas de los costados. Con spray de chapopote, había veces que quedaba como mapache, pero, al revés: el rostro oscuro y los pómulos claros, protegidos por las gafas.

Carpinteros, soldadores, ensambladores, pintores… Aquí se aprende de todo, compa. A Vicente se lo cotorreaban porque venía de La Piedad, Michoacán, pero, de pronto, era ya un mecánico especializados.

“Este guey hacía ollas en el ‘terri'”, decía Ramón.

Y Vicente le reviraba:

“Y tu hacías guaraches en Purépero, cabrón… Ja aaaa…”

El viernes era el día del cheque. Quienes habían hecho “overtime” libaban cerveza con más gusto. Sabiendo que el sábado se irían al mercado de Mariscos de San Pedro, a darse un festín, o al Swap Meet de paramount a “chacharear”.

Para el Zardo, esa era una experiencia de aprendizaje. Ahí, en California, conocía lo que era trabajar de verdad, como lo hacen los mexicanos. Con dos años de estudio universitario, veía con orgullo ese cheque que pronto lo irían a cambiar a la tienda de Wilmas, y, acaso, le podría raspar un poco para comprarse una garrita para lucir bien en la escuela nocturna de inglés como segundo idioma.

El Zardo, a sus veinte años, no se aguitaba de ese trabajo “sucio”.

“Los únicos trabajos que no sirven para un carajo son los que pagan mal y no aprendes nada”, se decía, mientras le ponía atención a la forma como Vicente soldaba y cortaba láminas con herramientas automáticas que luego aprendería a usar.

Y, al final, con una cervecita en la mano, celebraba con todos la forma en que los coches casa salían todos los días, con una precisión de una perfecta cadena productiva.

El chile, la cultura del sabor de los mexicanos en California

HABLEMOS pues de las delicias, ahora que la vida se ha hecho tan cara. Hablemos pues de cómo agradar al paladar y a la salud sin tanto costo. Busquemos a Tlatlahuaqui, diosa del chilito rojo, hermana de Tlaloc, para que nos dé un consejo.

Primera cosecha el chile piquín proveniente de la Casa de Don Antonio Arriola, de Zacapu, Michoacán, junto al agave suave. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

Primera cosecha el chile piquín proveniente de la Casa de Don Antonio Arriola, de Zacapu, Michoacán, junto al agave suave. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

“Díganos usted señora que cajita de semillas habremos de buscar. Díganos si habremos de probar primero la chillaca en rajas, o el poblano para rellenar. Díganos usted qué mata más el hambre y el aburrimiento, si es el cuaresmeño o el piquín. Díganos de esas mil quinientas variedades, dónde habremos de poner el habanero y el chiltepín, y si en la cueva de Coxcatlán también había frijoles y tortillas, díganos por favor”.

José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com

EL ARTISTA

Lo más relevante que había encontrado un colega periodista era que el artista pintaba sus enormes cuadros con los dedos.
Quise conversar con Ricardo Ríos personalmente.
Lo encontré sentado en la Galería de Península Art Center en la adinerada ciudad de Palos Verdes.
Iniciamos una amena conversación, hasta que el publirrelacionista llegó a reclamar que no hubiera hecho cita.
Como buen asistente, el tipo pidió que entrevistara primero al director del centro.
Quedé en mandarle a un fotógrafo al día siguiente, y, además, quedé con el pintor de recuperar la conversación para entonces.
Nacido en Olguín, Cuba, y trasterrado a Cuernavaca, México, con Ríos hablábamos el mismo idioma, no solo el español, que los galeristas no entendían, sino el idioma de las teorías del arte.
Me habló de sus esculturas de plástico inflado, de sus enormes cuadros de motivos florales, del expresionismo… de la forma en que los dueños de galerías determinan lo que vale la pena ver, y vender, de lo desechable que suelen ser las imágenes digitales…
Luego de que se tomara su cafecito cubano en la conversación, apareció nuevamente el asistente.
“La conversación ya tiene que terminar”, dijo.
En ese momento, sin que tomara en cuenta la opinión de artista, aquella galería se convirtió como en una tienda de “mexican curious”, donde el dueño se impacienta por lo largo de la conversación entre el “artesano” y el turista.

JFS, 08.22.2015 -tallerjfs@gmail.com

Guia NO oficial de la hispanidad en el Sur de California

Del 15 de Septiembre al 15 de Octubre se celebra el “Mes de la Herencia Hispana” en los Estados Unidos.
Tantos nombres de calles y de ciudades hispanas serían suficientes para que los hispanos y No
hispanos celebraran el mes.
Lo que ocurre es algo diferente.
En la ciudad con el nombre hispano más largo del mundo, el mes de la herencia hispana se vive como un gracioso reconocimiento al “mercado hispano”.
En la ciudad “Nuestra Señora Reina de Los Angeles del Río de la Porcíuncula”, abreviada como “L.A.”,
en el intermedio de un partido de futbol, una marca de salsas hace un juego de gatos en el campo arrojando enormes sombreros como si fueran las piezas del tic-tac.
Los supermercados publican ofertas con “flyers” donde aparecen maracas, flores y sombreros.
El criterio del mercado vende la idea de que la hispanidad es colores rimbombantes, tequila, tacos y mariachis.
El discurso dominante, desde el inicio de Hollywood hasta nuestros días, reduce a una de sus partes la cultura de los “otros”. Esta suele ser la parte más vendible, más manejable.
Rascándole a la costra de los estereotipos, otra imagen aflora.
TAXONOMIA DE LOS ESTEREOTIPOS
LOS SOMBREROS.- El modelo de sombrero de enorme ala fue popular entre los campesinos mexicanos de hace un siglo. También lo usó el General Emiliano Zapata. Las largas jornadas “de sol a sol” de los campesinos en el porfiriato los justificaba. Pero otro caudillo mexicano, Pancho Villa, el Centauro del Norte, usaba un sombrero de cazador como los que los norteamericanos usaban en los safaris en Africa. Pero el sombrero más popular entre los mexicanos de ahora se debe a las películas norteamericanas de cowboys. Casi todos los artistas de música regional mexicana usan sombreros de vaqueros Stetson.
EL TEQUILA.- Emborracharse con tequila es casi tan estereotípico como ponerse a dormir la siesta bajo un cactus a la sombra de un sombrero. En el Siglo XXI, las canciones de la música regional mexicana le apuestan más al whisky escocés y a la cerveza, que fue implantada en México por los cerveceros austriacos.
EL REBOSO.- Las palabras “camisa” y “pantalón” son tan árabes como el reboso. Cuatro siglos de dominación árabe en España, explican por qué los más mexicanos o hispanos de los mexicanos son también un poco árabes.
“SEX, SOCCER AND SOAP OPERAS”.- Cuando se analiza el tráfico en la Internet, las categorías que más aparecen son sexo, telenovelas y futbol. El sexo en su expresión comercial, la pornografía, es un producto muy norteamericano y francés. De las famosas tarjetas postales francesas del Siglo XIX y XX, los norteamericanos las llevaron al video porno. El Valle de San Fernando, en Los Angeles, es la capital mundial de la pornografía. El soccer, como se sabe, fue un producto inglés que se enriqueció en Sudamérica. Las telenovelas es una adaptación mexicana y colombiana principalmente de las teleseries norteamericanas. Lo curioso es que el basquetbol, algo que refleja más que muchos otros deportes el atletismo norteamericano, según el “Libro de los Orígenes” de Panatti, tuvo su origen en el Ollamalitzli prehispánico. En una excavación en Chiapas, México, donde se iba a contruír una cancha de basquetbol en una escuela secundaria se encontró las ruinas de una cancha de juego de pelota prehispánico.

(CONTINUARA)

-JOSE FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com

El Jardinero

En el Cementerio de la “Holy Cross” de Culver City, la sequía de California no parece existir. Las colinas verdes en la Avenida Slauson parecen absover el ardiente sol del mediodía.
Juan Hernández, el jardinero de Autlán, Jalisco, se toma un descanso y atiende a un raro visitante que llega vestido de negro.
-Drácula está ahí enterrado, en la cuarta hilera, más arriba está Rita Hayworth… Y, ahí, mire, está Sharon Tate.
Juan no sabe mucho de cine, ni reconoce el nombre de John Ford, pero le da gusto trabajar ahí por más de 26 años, en un lugar donde las celebridades están al mismo nivel que los Hernández, Martínez, Duartes, González…
Cuenta que a veces el silencio del cementerio se interrumpe por la llegada de bandas mexicanas o conjuntos norteños.
Y aunque se ha llegado a quedar en la noche, hasta ahorita no ha visto que los artistas de Hollywood salgan a protestar por la invasión de los inmigrantes mexicanos.

-José Fuentes-Salinas, 4, Octubre, 2014

El Octagenario

El primer sol del sábado empieza a levantarse del lado de la autopista 605. A un costado del Río San Gabriel, Luis se detiene a tomar agua. Su bicicleta es un modelo viejo, pero rueda como esas que los pelotones de jóvenes llevan en la pista que baja desde la presa de Santa Fe Springs hasta Seal Beach.
-Ja jaa… Cuando yo estaba chamaco esos ni me hubiera visto el polvo -dice.
Con su ropa de ciclista que ya le queda un poco floja, Luis disfruta de sus paseos a un costado del río. Conoce a muchos de los que llegan ahí, y platica con quien lo escucha.
-¿Los guatemaltecos?… No, esos son portugueses -dice- ellos llegan más tarde. Hay veces que me los encuentro cuando voy regresando. Yo vengo más temprano porque el sol pega mås fuerte al rato, y a mi edad ya no les aguanto esa temperatura.
Luis es de un Tlapachahuaya, cerca de Ciudad Altamirano, Guerrero. Probablemente sea el ciclista de más edad que transita por esa ruta donde el Río San Gabriel es solo un hilo en medio del concreto que está por morir en la playa. Mientras conversamos, las garzas y patos buscan comida en el agua y los ciclistas pasan a un costado.
-Vengo aquí tres o cuatro veces a la semana, pero antier no vine porque me fui a pescar… ¿a donde?… Aqui mismo. De Long Beach sale el barco que nos lleva a las Islas Catalina… Ja jaaa… No encontré sirenas… Esas las veo nomás asolearse en la playa. Pero ahí en Catalina se agarra de todo, inclusive atún. Se la pasa uno bien, pero se tiene que levantar temprano. Pasaron por mi a las cuatro de la mañana, pero uno se entretien.
Compadeciendo de nuestras bicicletas, la mía que costó 85 dólares en Wal Mart, y la de él, lleva los forros de los manubrios desgastados y no es de las que usan pedales para encajar los zapatos, sale el tema de los modelos de los pueblos.
La cuestión es moverse y que no lo dejen a uno en el camino.
Cuando le platico de las pesadas bicicletas Hércules que usaba mi padre para transladarse de escuela a escuela, cuando daba clases, Luis recuerda también las de Tlapachahuaya.
-Esas si que eran mulas de trabajo. Mire yo allá trabajaba distribuyendo la cerveza Carta Blanca, pero en bicicleta. En la parte de atrás le había adaptado una parrilla y una tabla para cargar los cartones. Cuando iba a recoger las cajas de las botellas vacías a las cantinas, había veces que hacía una pirámide que hasta se levantaba de adelante la bicicleta. Nomás por pura nostalgia, la última vez que fui a mi pueblo, iba decidido a comprarme una igual, aunque allá tengo una bicicleta de aluminio. Me dijeron ‘eyy, Luis, conozco quien te puede vender una’, y allá voy. Pero cuando la Bajo el entendido de que en esta vida se tienen que estirar constantemente los músculos o se cuelgan los tenis, y de que hay dos maneras de entender esto: con dolor o sin dolor, Luis cuenta que su sobrino que la vez pasada lo acompañó a regañadientes ahora ya no lo podrá hacer.
-Le puesieron un marcapasos… ¡Carajo!, a él tan jóven… Fue en uno de los partidos de la Selección en el Mundial de Brasil… Estaba celebrando, luego de una buena comida, se echó unas cervezas y cuando iba a llevar las botellas a la cocina ¡zas! se fue de espaldas. Dice que es de lo último que se acuerda. Estuvo internado y no quería aceptar que iba a necesitar nada. Luego le pusieron de esos aparatitos con cables para chacarle el corazón las 24 horas… Luego le dijeron: mire, aquí dice que el corazón se le paró por unos segundos… y va a necesitar el marcapasos.
La plática ha sido suficiente como para descansar un poco. El sol sigue subiendo y cada vez hay grupos más numerosos de ciclistas. Pasa otro pelotón de unos 20 jóvenes y personas mayores con sus uniformes brillantes y sus bicicletas de Canondale, Specialized…
-Bueno, ahi nos vemos -le digo Luis y me voy de regreso.
Más adelante me alcanza y busca seguir la conversación.
-Usted hasta dónde va -me pregunta.
-Aquí, en el parque doy la vuelta.
-Andele pues, ahi nos vemos en la próxima, yo todavía tengo que pedalear un poco más.

* José Fuentes-Salinas, Ago., 16, 2004. tallerjfs@gmail.com

Los Sinaloenses en California

Barajas, el presidente de la Fraternidad de Sinaloenses en California, me mandó un correo electrónico: “Va a estar el Secretario de Turismo del Estado”.
Esta bueno, me dije, y me arranqué a Norwalk.
El lugar se veía que era una de esas residencia de lujo que habían conocido mejores tiempos, y ahora, solo se conservaban como indicios de la historia.
Se veía que había sido un casonón, pero ahora los jardines eran lamentables, contrastando con esa construcción en blanco. El lamboirghini de la entrada se veía fuera de lugar. Los autos levantaban el polvo, al llegar. Quizá se había prohibido el uso del agua por la sequía de California.
A la entrada del edifiicio, tres chamaconas guapísimas, con vestidos muy entallados tomaban los nombres de los recién llegados.
Al nomás llegar, Barajas me atendió muy a toda madre.
-¿Qué te tomas? -preguntó.
Agarré una aguita fresca de pepino, pero vi con envidia a quienes se echaban sus Chivas Regal, sus vinitos de San Antonio Winnery, sus cervecitas…
Barajas me presentó al Secretario a quien lo invité a salir al balcón para platicar de turismo.
Está cañón el tema. Sinaloa ha estado demasiado promovido por El Chapo Guzmán, por Caro Quintero, por los carteles del narcotráfico… Y, sobretodo, por los narcocorridos de las bandas, como ese “Fin de Semana en Culiacán”, con Los Recoditos.
-Mire, usted, en tres años no hemos tenido un solo incidente -dijo el Secretario.
-Y qué con lo que dicen los corridos, y las noticias -le pregunté.
-Mire, las noticias malas se saben más que las buenas. Eso lo tenemos bien medido con el gobernador, si de veinte noticias, hay una mala, esta es la que se va a difundir en los medios.
El secretario traía listo lo que tenía que decir: la producción agrícola en Sinaloa, los beneficios de la nueva autopista que conecta a Mazatlán con Durango…
Y cuando remató su promoción del turismo a las playas del estado, soltó una frase para hacer olas:
“Mire usted, con dinero suficiente se pueden hacer otro Cancún u otro Vallarta, pero para hacer otro Mazatlán se necesitan 450 años de historia”.
Con un inglés muy presentable, micrófono en mano, el Secretario les habló a los hombres y mujeres de negocios, sobre las oportunidades de Sinaloa.
Por ahí andaban también la alcaldeza de Huntington Park, la concejal de la Ciudad de Bell, el director de la Plaza México de Lynwood, el senador que es de ascendencia sinaloense, el jefe de la Policía de Long Beach y probable futuro jefe de los aguaciles del Sheriff de Los Angeles…
En la vieja casona, sin muebles para sentarse, todos degustaban con sus platitos desechables un poco de pasta, albóndigas y ensalada.Las meseras pasaban recogiendo vasos y ofreciendo agua fresca.
Más relajado, luego de dar sus declaraciones, el Secretario se estaba tomándose su cervecita para el calor.

-José Fuentes-Salinas, Jul., 2014. Continue reading