CRONICAS DE CALIFORNIA: La Banda Oaxaqueña “Herencia Zochileña”

ARABELA TIENE SIETE años y entra la iglesia de San Emydius con sus nachos con queso en la mano. Sabe acaso que esa no es la forma más correcta de comulgar con dios, pero tiene hambre, y, además, quiere acompañar a su hermanita que toca el flautín en la banda filarmónica “Herencia Zochileña”. Se me queda viendo como pensando acaso que le voy a decir “niña, a la casa de dios no se llega con botanas”.

Luego, el director y maestro Alberto Martínez, con su trompeta empieza preparar a los niños que acompañarán la misa dominical.

“Aleluya, aleluya Santo, Santo es el señor…”

Luego de la primera intervención de la banda, viene la carta a los hebreos, el Evangelio según San Marcos, la referencia a los fariseos, al divorcio al y el padre hablará del noviazgo, de lo que es tener una compañera, no un objeto…

Mientras, Melanie y Adrián colocan sus iPhones debajo de las partituras musicales que tienen impresas la “Misa Oaxaqueña”.

Yo vine aquí porque Venancio me invitó, porque quería verlos en acción, antes de que se presenten el 10 de noviembre en la Lynwood High School.

“Va a ser una fiesta oaxaqueña para juntar dinero y comprar o arreglar instrumentos”, dijo Venancio que es como el publirelacionista sin título de los zochileños.

Por un momento en ese espacio se juntan las bondades del mundo: los niños que no quieren otra cosa que alegrar los misterios de la existencia, el maestro que generosamente da su tiempo para preservar la música, la soprano que canta el Osaaaanaa… la hija que lleva a su madre en silla de ruedas, el adolescente que carga el pesado corno inglés… Y los voluntarios que allá, en el comedor, servirán a los hambrientos pozole, menudo, tacos y tamales como multiplicando el evangelio proverbial.

Niños de la Banda Infantil Oaxaqueña en California “Herencia Zochileña” en la misa de 2 PM del último domingo de Octubre, 2018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

MAS ALLA DE “COCO” Y HOLLYWOOD 
Más allá de los estereotipos de la cultura mexicana, la comunidad oaxaqueña mantiene el movimiento de la cultura popular.
Cuando van a tocar a un funeral se ponen muy serios. Observan a los dolientes, y, al tocar el “Dios nunca muere”, saben que están contribuyendo a la elaboración del duelo. Pero cuando los invitan a tocar a la Universidad de California de Los Angeles (UCLA) junto con un grupo de danza, saben que ahí, la tuba y las trompetas tienen que provocar el ritmo de los pies.

“No es solamente la música”, dice el director y maestro de la Banda Infantil Herencia Zochileña, Aberto Martínez, “es la cultura, los valores de sus ancestros”.

La banda que el 10 de Noviembre tendría una presentación cultural en la Lynwood High School para juntar fondos para sus instrumentos es una de las mejores expresiones de la cultura latina y mexicana. Para formarse no requieren de fundaciones ni academias, y la espontaneidad con que se forman refleja el carácter verdadero de la cultura popular.

“Así como los brasileños casi nacen con una pelota de futbol, los oaxaqueños nacen con un instrumento”, dice Martínez.

Alberto Martínez, director de la Banda Musical “Herencia Zochileña” en una misa en la Iglesia San Emiydius, en Lynwood California. 1022018. FOTO: José FUENTES-SALINAS.

En una presentación reciente en la misa de 2 PM de la Iglesia de San Emydius, de Lynwood, los chamaquitos se apostaron en una esquina, al lado izquierdo del altar, y a la señal del maestro empezaron a tocar la “Misa Oaxaqueña”. En ese momento ellos se convertían en el centro de la invocación espiritual, como en los tiempos de Mozart.

Son niños. Los menores tienen siete años, los mayores, 17. Y como niños, no se podía evitar ver que debajo de la partitura unos pusieran su iPhone, para en un descanso ponerse en contacto con el ciberespacio.

Cuando se le pregunta a Martínez cuál es el principal obstáculo para la enseñanza musical en estos tiempos de cibertecnología, no duda en decir que son los celulares.

“El mayor obstáculo puede ser la distracción de la tecnología. Por eso, en las juntas yo se los hago saber a los papás. Les digo que se la tienen que prohibir, si no hacen caso. Hay que tener carácter. Yo, cuando vienen a las clases, si le quito el celular a uno, los demás hacen caso”.

Pero ¿no les puede servir para escuchar cómo tocan otras bandas?, se le pregunta.

“Si. En ese sentido puede servir. Pero yo no quieron que se hagan músicos líricos (de oído). Yo quiero que aprendan a leer las partituras. Ahora que, si, cuando vamos a tocar a un lado, les paso en mensaje de texto la lista de piezas que vamos a tocar, para que estén listos”.

Partitura de la Misa Oaxaqueña que niños de 7 años han aprendido a leer. Foto: José FUENTES-SALINAS.

La banda formada hace tres años es una de las varias que existen en el Sur de California. Recientemente fueron de visita a las fiestas patronales de Santiago Zochila y fue una verdadera sorpresa para los niños.

“Fueron a tocar con las mejores bandas de la región, y los dejaron muy impresionados”, prosigue Martínez. “Cuando aún no regresaban a California, empezaron a llegar una gran cantidad de mensajes en el Facebook, de lo impresionado que estaban”, dice.

Martínez, quien trabaja planchando en una tintorería, está satisfecho del trabajo que ha hecho. Tiene tres hijos que también aprendieron la música, uno de ellos, Jorge, toca la tuba en la Banda de Régulo Caro.

Cuenta que hay niños que además de tomar clases de música con él, están en los programas de música de sus propias escuelas, y, con frecuencia, sorprenden a sus maestros.

“Hubo uno, que según eso, estaba atrasado en su escuela, y luego de un mes, aprendió más de lo que le habían enseñado en todo el curso. Yo creo que se trata de motivar a los niños. A veces los padres se ponen a llorar cuando ven cómo sus hijos tocan la música en sus presentaciones. Una señora me dijo ¿cómo le hizo si mi hijo era un diablillo en la casa?”.

Oriundo de Santa María Yalina y casado con una mujer de Santiago Zochila, recuerda que cuando quizo aprender a tocar música, su abuela no quería. “Todos los músicos son unos borrachos”, le decía. Pero como “los oaxaqueños nacen con un instrumento”, pronto aprendió este arte, y antes de emigrar a Estados Unidos, ya había formado una rondalla en la iglesia de su pueblo.

La vieja y nueva tecnología del sonido: ¿qué hacer con un iPod?

El letrero en la pantalla dice: “batería descargada, conéctelo al alimentador”. La realidad es que el iPod ya tiene un buen rato conectado a ese alimentador y a esas bocinas. Parece como si tuviera parálisis cerebral, como si la mielina de las conexiones neuronales estuvieran desgastadas, y la orden del cerebro a las bocinas no llegara.

Y el problema es que ahí están mis cuatro mil canciones y piezas musicales preferidas.

Mientras, en el viejo estéreo que tengo desde hace 25 años escucho con una gran calidad de sonido la estación de radio de música clásica KUSC Radio Universidad. Ustedes se han de preguntar por qué insisto en hacer funcionar ese iPod, y he de decirles que tengo mis razones. En primer lugar, estas grabaciones me han costado mucho tiempo. Muchas vueltas a las bibliotecas, mucho tiempo de seleccionar música para que esté justo a la medida de mi ocio. Incluso, buenos amigos y parientes me han facilitado su música para grabarla. Sin ir muy lejos, mi cuñado Tony Vega me prestó alguna vez su colección de Javier Solís y Fernando Fernández para grabarla. Tenía la idea, con ese aparato, de que en algún momento sería lo único que necesitaría para amenizar cualquier reunión. La música está ahí. Las reuniones han faltado.

¡Ah!… cómo me acuerdo cuando la música, por muy escasa que fuera, tenía un momento muy especial para escucharse. Paula, por ejemplo, compraba sus discos de Los Babys o de Fausto Papetti para escucharlos con sus amigas. Kiko, el Guero y Tony se juntaban para escuchar la música de Los Tecolines “con el requinto de oro de Sergio Flores”.

El iPod se da cuenta de que estoy hablando mal de él. De repente, empieza a funcionar y toca la música de los Erandi. Entiendo que se ha empezado a cargar la batería, pero es una batería que se carga y descarga con demasiada facilidad, así como muchas personas a quienes les llega el momento en que se animan y se desaniman con mucha facilidad.

Apago el viejo radio. Cambio de canciones. Como les había dicho la otra vez, este viejo aparato se volvió muy desordenado y elige al azar distintos géneros. Pasa del Jazz a la Norteña, y de una pirecua a un concierto sinfónico.

También, requiere de más tiempo y más paciencia para cargar la batería, así como habrá mañana muchísimos votantes que no entenderán cómo un fantoche millonario engañó a las partes más rurales, más atrasadas del electorado.

Discos Long Play, acetatos que se convertían en pretextos para reuniones para escuchar música. Ahora, suelen encontrarse en los mercados de cosas usadas. Como en este Swap Meet de Carson. Foto: José Fuentes-Salinas.

Discos Long Play, acetatos que se convertían en pretextos para reuniones para escuchar música. Ahora, suelen encontrarse en los mercados de cosas usadas. Como en este Swap Meet de Carson. Foto: José Fuentes-Salinas.