¿Para cuantos movimientos sirve una mano?, habrá que preguntarse. Trate de estrechar otra mano y lo empezará a entender. Habrá un frasco de tinta o de nopales en vinagre y lo sabrá. A media noche trate de alcanzarse la espalda para rascarse, y lo sabrá. Abra una puerta, abotónese la camisa y el pantalón, jale los calcetines, abróchese las agujetas, arranque una mala hierba, apriétese la nariz, intente una caricia… Y lo empezará entender.
Luego de haber recuperado el movimiento perdido por una semanas, usted entenderá que lo menos importante es cuánto oro puede colgarse, en cuanto tiempo. Habrá de entender que girar el puño, jalar una cuerda, frotarse los dedos, son una maravilla que solía despreciar. Y ya descartamos por hecho que usted sea un guitarrista o boxeador, porque acaso sólo lo llenaremos de temores.
EL REENCUENTRO
Las hábiles manos quitaron la coraza que la habia inmovilizado por varias semanas. Al sentirse libre, se abrazó con su pareja, se entrelazaron, se penetraron. El mal olor y el sudor no detuvo el encuentro. Se volvieron a sentir parte de un mismo cuerpo. Luego, En la regadera volvieron a compartir la espuma, sintieron nuevamente el agua tibia escurrirse. Cuidando de no hacer nuevamente movimientos peligrosos, la mano fracturada volvió a participar en ese acto de relajamiento, de purificación con la mano derecha.
José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com, 1 de Julio, 2016