ESTA SOLO. Son las seis de la mañana y la humedad del pasto apenas se está levantando. En el Parque El Dorado, las huellas del coronavirus son evidentes: letreros que indican a las personas la distancia segura para caminar con sus mascotas, y las canchas de basquetbol y otros juegos con el letrero de “CLOSED”.

En la temporada de cuarentena por el COVID-19, la ciudad de Long Beach instaló letreros para advertir de la necesidad del distanciamiento preventivo entre los visitantes a El Dorado Park. Foto: JOSE FUENTES-SALINAS Instagram: taller_jfs
YO LLEGO aquí porque está cerca de casa y porque estoy pagando por este parque, como muchos otros pagadores de impuestos. Pero con frecuencia me siento como un millonario que habita en una gran mansión con varios acres de jardines que son cuidados por manos expertas. Por la mañana de estos días largos de verano, aseguraría que somos menos de diez los que llegamos. Uno de ellos es un padre que llega empujando a su bebé en una carreola y con un perrito a un lado que al llegar a los límites del campo de golf lo suelta para tirarle una pelota y que haga sus ejercicios. Otra de ellas es una mujer que solo va a caminar y lleva en la mano su mascarilla para prevenir el contagio del coronavirus por si acaso se encontrara con otras personas.
PERO la realidad es que el atractivo de ir temprano al parque es que no hay mucha gente, y quienes van pueden estar a una gran distancia de los demás. De hecho, con nadie más.
UNO puede ver el sol levantarse lentamente en el horizonte desde los campos de golf, y ver como las siluetas de los viejos pirules dan la imagen un hermoso árbol desgarrado de verde. La compañía Azteca Landscaping es la primera que empieza a trabajar algunos días. Con una podadora gigantesca en un tractor llegan a podar la extensa area del parque. O bien, con una sopladora de polvo llegan a barrer el camino asfaltado echando desde la orilla el polvo hacia las áreas verdes.

Cuando cerraron los gimnasios para prevenir los contagios por el COVID-19, algunos elegimos el parque como alternativa para hacer las rutinas mañaneras. Foto: JOSE FUENTES-SALINAS, Instagram: taller_jfs
LOS ANIMALES del parque parecen no preocuparse, mientras las grullas se paran al borde de los tambos de basura para ver si les dejaron un pedazo de pizza, las ardillas tratan de buscar también algo que comer, antes que un halcón se las desayune.
A VECES también pasa por ahí un homeless caminando o en bicicleta, que al igual que las aves busca algo de valor en la basura, aunque en su caso se trata de botellas de plástico para vender en los centros de reciclaje.
EL PARQUE El Dorado tiene algo para todos. Inclusive, para un niñita, ese es el lugar para comunicarse con Dios, con el cielo, adonde cree que se fue su madre. Una pequeña cartita pegada al tronco de un anchuroso árbol dice “to my mom in heaven”.

En uno de los viejos árboles del Paruqe El Dorado una niña dejó una carta dirigida al cielo adonde se fue su madre. Foto: JOSE FUENTES-SALINAS. Instagram: taller_jfs
POR MI PARTE, después de que cerraron los gimnasios en la cuarentena por el COVID-19, los ejercicios en este parque son lo más cercano a esa sana rutina de empezar el día trotando, estirando los músculos, respirando profundo, para estar listos a todo lo que salga durante el día.
ESTA COSTUMBRE tempranera tiene algo de la vida rural, en la que uno tiene que seguir el ciclo solar: levantarse cuando aparece la luz, y dormir cuando hay suficiente oscuridad.
SI. Es cierto que extraño los gimnasios, pero ahora que anuncian que los abrirán este 12 de junio no es muy probable que vaya. No sé qué protocolo sanitario contra el COVID-19 vayan a seguir, pero es casi seguro que las mascarillas, el distanciamiento y ese temor flotante de contagiarse le quitará buena parte del placer que habían tenido hasta antes de la pandemia: el gusto por saludar a los amigos, por bromear, por compartir pesas y aparatos, y nadar lado a lado.
YO DIRIA que este parque tan solitario a estas horas seguirá por un buen tiempo siendo mi gimnasio al aire libre, haciendo ejercicios aeróbicos sobre una banca de concreto y levantando dos pares de pesas de 20 y 15 libras, con mis audífonos de lujo Bose conectados a las puyas colombianas de Calixto Ochoa, o a la soca y cumbia que tengo grabadas en el iPhone.