Los huevos y el humor

Los huevos y el humor han sido recursos de sobrevivencia.

En los años de estudiantes universitarios, los mexicanos solíamos comer huevos por la mañana, huevos al mediodía y huevos “a huevo” por la noche.

Esta era la proteína más barata y preservable cuando no había refrigerador ni dinero para salir a almorzar.

Como una forma de salir de la pobreza, las familias tenían que mandar a sus hijos a estudiar “a huevo”. Y aunque muchos creen que las cosas “a huevo” no funcionan, muchos ingenieros  se graduaron aprendiéndose “a huevo” las ecuaciones diferenciales y las leyes de la termodinámica.

También los inmigrantes que nos vinimos a trabajar a los Estados Unidos, no nos hicimos demasiadas preguntas sobre nuestras posibilidades de sobrevivir. Nos vinimos porque “a huevo” que saldríamos bien librados.

Tener huevos es tener entusiasmo, tener voluntad. Pero esto no ha sido suficiente para la sobrevivencia del mexicano. También ha sido importante el sentido del humor.

Es por eso que Rodolfo Rivapalacio y su hermano Gabriel han hecho reír a millones de hispanohablentes. Sus caricaturas animadas en la Internet han sido vistas por más de 250 millones de cibernautas, y su película de los huevos humorísticos fue la segunda más taquillera del cine mexicano en su estreno. Con la ayuda de su amigo Carlos Zepeda, que es ingeniero de sistemas, y su padre Rodolfo, los hermanos Rivapalacio diseñaron “Los huevos cartones” en el 2000 en un departamento de la Colonia del Valle en la Ciudad de México. Para el 2002 la subieron a la Internet y con el auge del YouTube los valientes y chistosos huevos se pasaron de computadora en computadora -lo que antes se diría “de voz en voz”.

Con su voz y su acento muy de la Ciudad de México, los huevos se ríen de los conductores de la televisión que tratan como imbéciles a la gente humilde que asiste a los “Reality Shows”.

En la Navidad, los huevos se ríen de las tradiciones norteamericanas implantadas en México, y así resulta que Santa Clause es un tipo irreverente y cachondo.

-El es la voz de mi papá -me dice Rodolfo.

De haber empezado con dos computadoras, los Rivapalacio y su amigo el ingeniero Carlos Zepeda produjeron en el 2006 la película más taquillera del cine mexicano, después de “El Crímen del Padre Amaro”.

José Fuentes-Salinas, tallerjfs@gmail.com

 

-8 , Junio, 2012.

 

Los automatismos

Las cámaras fotográficas automáticas hacen una lectura general de la luz de los objetos y disparan. Sus lentes no se abren y cierran para leer la luz de cada cosa. Si los objetos están en blanco y negro, lo blanco quizá salga un poco gris, y lo negro, no tan negro.

Los aspersores automáticos para regar el pasto, desperdician demasiada agua. No se dan cuenta cuando llueve, o hay más humedad en el ambiente, igual riegan el pasto y una parte del cemento.

La ropa americana hecha en china no distingue mucho de tallas, excepto small, medium y large. Cuando los más bajos usan las calzonetas deportivas diseñadas para el promedio de los altos, los más bajos las usan de faldas largas.

Se hacen ideologías automáticas para que las personas no se molesten en pensar, algo que suele ser costoso y poco lucrativo.

Las compañías no existen para obtener ganancias a cualquier costo, sino para crear empleos. Y si envenenan el aire y generan adicciones, esos son los efectos secundarios que automáticamente tienen que aceptar quienes aman el progreso.

El automatismo en la comida de los restaurantes, asume que todos son de la misma talla, y a todos les dan las mismas raciones, sin saber que unos caminan y otros no.

Desde la revolución industrial, hasta la internet, todo ha sido así.

Ahora los “spamers” mandan automáticamente todo tipo de imbecilidades a un destinatario que recibe 1,500 anuncios basura diarios.

Y hasta para producir los nobles libros, de un locutor que tienen un gran raiting hacen un libro que se convierte en “bestseller”, y de un “bestseller” hacen una película taquillera, y de una película taquillera hacen una serie de películas que roen el mismo hueso de la historia original.

Y así, todos vivimos felices en un mundo de clones predecibles y programables.