Los Pintores (II)

Alfonso Román quiso ser astrónomo, pero le faltó soñar con las estrellas y se quedó en cartógrafo; luego quiso ser pintor, pero le faltó jugar con la imaginación y se quedó en retratista; también hubiera querido ser sacerdote, pero le faltó decisión para profundizar en los misterios de Dios y se quedó en un solitario hombre célibe que a sus 72 años solo le preocupa el mapa del cielo y el infierno.

Con sus pinturas áridas, solo, en un departamento de jubilados del Centro de Los Angeles, Alfonso, el peruano, no quiere hablar de los cuadros de boxeadores y artistas mexicanos que adornan el Restaurant “Mi Tierra”. No quiere hablar del Pipino Cuevas y María Félix, sino de la “Historia del Cristianismo” hecha con datos sacados de las enciclopedias o del “Gráfico Escatológico del Poema Eternidad: Apocalipsis Bíblico”.

Acaso su mayor aventura fue haber ido en un tour a Tierra Santa, de la cual redactó un texto en su vieja máquina de escribir.

Su mapa donde explica las formas de la maldad y la ruta más corta para llegar al cielo está lleno de palabras como: “angustia, sufrimiento, virtudes, mártires, salvos, vírgenes…”

Pero detrás de su aparente misticismo, hay un hombre que confiesa: “Mi principal afición es la religión”.

“Soy un hombre pobre y flaco; sin títulos académicos, sin familia, ni propiedades”… Y acaso sin pasiones.

 

-4 de octubre, 1999.LaOp.

Los Pintores (I)

René Juarez Tujuy tenía 14 años cuando ya trabajaba ayudando al “Milusos” de su padre.

Arreglaban una clínica de Quetzaltenango, cuando al vaciar una cubeta de agua sobre un “volcán de arena” se produjo un relámpago que le quemó y arrebató los brazos.

-Había un cable de alta tensión escondido -dice en un salón del lujoso Hotel Bonaventure del centro de Los Angeles.

Participando en el Festival “Arte y Alma” (USA) platica que en aquel momento su madre le dió un segundo parto: “a partir de ahora tendrás otra vida, aprende todo lo que puedas mientras tengas a tus padres”.

René no fue a la universidad, pero aprendió a cargar sin brazos dos costales de azúcar en su espalda, de 108 libras cada uno.

En Quetzaltenango, la tierra del quetzal, René se levanta a las 5 de la mañana y vende La Prensa en el Mercado La Democracia. A las tres de la tarde, en lugar de usar sus dientes para masticar alimentos, les coloca pinceles con los que ha hecho mil cuadros. Sus cuadros tienen minuciosos detalles que le han tomado meses. Al final, unos van a dar a los muros de las casas de los turistas y extranjeros residentes en Antigüa Guatemala.

Su esposa, que se casó con él compartiendo un lugar en el Mercado La Democracia, se dedica al mismo oficio de descubrir horisontes y riveras que ahora mismo perfecciona en un cuadro del lago Atitlán.

-30 de mayo de 1999.