BIBLIOTECAS: Libros viejos

HAY PALABRAS que se escriben y se dejan andar.

En la flamante Biblioteca Pública de Hawaiian Gardens, California, entre libros nuevos comprados por catálogo, hay uno que se muere de pena, de viejo, de rústico.

Es un libro que tendría más éxito como antigüedad, como curiosidad.

Es un libro que entre 1973 y 1985 fue sacado a la luz solo por 11 lectores que están marcados con tinta en la solapa. Después no sabemos, yo, en el 2018, soy uno de ellos.

Es un librito oscuro descolorido que ya no tiene nada de blanco.

A su título “Belleza” se le tapó la “B” en esa pasta dura de keratol.

La obra que el poeta Juan Ramón Jimenez dedicó a la “inmensa minoría” tiene un cachito de emoción que lo define todo.

“¡Qué bello este vivir siempre de pié —¡Belleza!— para el descanso eterno de un momento!”

“Belleza” de Juan Ramón Jimenez, un libro viejo, acaso leído por una docena de lectores en su estancia en la Biblioteca de Hawaiian Gardens. Foto: José Fuentes-Salinas.

—José Fuentes-Salinas, Hawaiian Gardens, Ca. 04282018. tallerjfs@gmail.com

Regreso a las colinas de Palm Springs

Lo que fue ya no es.
Han borrado el paisaje que pinté.
No en la manta, en la tierra.
Las máquinas devora las faldas de las montañas.
Rocas y polvo se hacen calles privadas.
Pero en el desierto habrá piscinas.

-II-
Las plantas secas, racimos de neuronas, hacen sinápsis con sus sombras.
Las plantas secas se van desmoronando como las rocas que abrieron sus raíces.
-III-
Entre azul y beige, rocas y ramas sorprende en la planicie.
Subo un poco a las colinas y la mañana es otra.
Dos amigas conversan a lo lejos.
Yo y mi sombra nos entretenemos con piedrecilla es suenan al pisarlas.
Hace tiempo que me vengo enamorando de este paisaje.
-IV-
No sé que vengo a buscar aquí, ausencias de rastros, quizá.
Alguien me acomodó un par de rocas en la parte más alta para observar la ciudad.
Pero aquí no hace falta nada, aquí sobran descansos.
-V-

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Trazos de aviones,

rayas blancas en lo azul,

se juntan garabatos,

graffiti celeste, caligrafía abstracta.
-VI-
Cambio de ruta en sábado.
A unos pasos de las colinas está el museo, bodega de abstracciones, antojo de millonarios, lo que en las colinas no tenía nombre, aquí tiene autor y etiquetas.
Pregunto: cómo podré saber dónde hay más belleza? que lío.
-VII-
Entre lo que se arregla y lo que no se arregla entre lo que se encuentra y lo que se olvida en el horizonte, cuerpos solidificados en polímeros y óleos.
Entre el antojo del coleccionista y lo que pide la vista del visitante, la imaginación.
“Tenemos más de lo que podemos mostrar”, dice el empleado del museo.
Si el arte sirve de algo es para enamorarnos de la realidad.
-VIII-
Regreso a la casa.
Los árboles de la calle se desvanecen del verde al ocre.
Como un perro callejero, no me canso de observar.

—José Fuentes-Salinas, Palm Springs, 8 de diciembre de 2015. tallerjfs@gmail.com

Ejercicios de percepción: Las formas de los árboles

* De cómo la forma de percepción estética se va organizando desde las primeras experiencias infantiles.

Por José FUENTES-SALINAS/ textos y fotos

tallerjfs@gmail.com

Los he visto desde niño extendidos sobre el huerto, sin entender la diferencia entre árboles y arbustos.

Formas dactilares de los árboles. a2 a3Duraznos priscos y amarillos, chabacanos y granados, casuarinas y jacarandas.

Sus brazos retorcidos y engomados, áridos y fuertes, con hojas como agujas o como mariposas desprendiéndose.

Los caprichos de la naturaleza fue mi introducción al arte. ¿Qué rama sostiene a cuál? ¿cuál es el diseño de los abrazos de la fronda?

Mis maestras me dijeron que era la fotosíntesis, la cacería de los rayos del sol, la competencia de las ramas por la luz.

Así también los cuadros y las esculturas, las razones y las proporciones, los ángulos de la luz y las miradas.

En mi infancia no hubo los conos perfectos y aburridos, en la Navidad fueron las ramas cortadas de los pinos que aromatizaron el portal.

Luego empecé a salir, vi la arbitrariedad de los encinos y los nopales, la semejanza entre las formaciones rocosas de La Piedrera y el Malpaís.

Me fui dando cuenta que en la naturaleza había disciplina y rebeldía, ritmo y dispersión. Las ramas, tanto como las raíces eran las huellas dactilares de los árboles: ninguna era igual a la otra.

Luz y humedad, la búsqueda de lo esencial tiene diferentes rutas, la única constante es la vida.

Así, fui recorriendo los ecosistemas, los bosques de California y Michoacán, los parques de las ciudades y las iglesias.

En Tzintzuntzan vi un viejo árbol completamente hueco y quemado que aún reverdecía.

Y entre aquí y allá, he hecho colección de formas, cáscaras de eucaliptos, laberintos de arbustos, frondas que parecen tallar el cielo de nubes.

Museos vegetales.