Twitter: usos y costumbres

#TWITTER SON 140 CARACTERES. Si usted puliera el arte de decir, sería poeta, epigramista, filósofo o un buen alburero.

Este haikú de Matsuo Basho (1644-1694) tiene 45 caracteres:
“Este camino/ ya nadie lo recorre,/ salvo el crepúsculo.”
O bien, podría jugar con las palabras, como en este albur:
“No es lo mismo huele a traste, que atrás te huele”.
Pero como las herramientas de comunicación se han desarrollado más rápido que las habilidades de los usuarios, llegamos al problema de que nuestra capacidad de enviar mensajes se hace reiterativa, aburrida, ofensiva, confusa…
Hoy, la categoría (hashtag) “HowSurviveTwitter” (¿Cómo sobrevivir al twitter?) estaba en primer lugar con 48 mil tuits.
Eso tiene su razón: muchos están preocupados por la utilidad de este canal.
RB escribía: “ten una piel gruesa, una mente abierta, opiniones y reenvía los mensajes”.
En otras palabras ten criterio, ten un buen filtro para distinguir lo útil de lo inútil.
BB, agregaba: “solamente envía mensajes como si tuvieras un desorden mental. No solamente sobrevivirás, sino que hay posibilidades de que te conviertas en ‘POTUS”’.
BB se refiere a lo opuesto de Boswell: tuitea por tuitear, tomando el mal ejemplo del primer presidente norteamericano que usa este canal para decir todo tipo de cosas que se le ocurren de la política nacional e internacional… y de otros chismes, como los negocios de su hija.
SS es cauta. “No expreses en forma de tuits nada que tenga que ver con religión, política, o tus opiniones, solo diviértete con los ‘memes’”.
Por una parte, tiene un punto válido: cuestiones complejas que ameritan un contexto especial y la reiteración de explicaciones. En otro sentido, cae en la banalidad: si a la ciencia y tecnología le costó tanto trabajo crear esta herramienta tan fina, ¿cómo es que la vamos a usar para bromear?
Tanto en Twitter, como en otras aplicaciones de las Redes Sociales, hay quienes publican cosas que se hacen populares, y quienes simplemente muestran lo que quieren mostrar.
En esto, pueden entrar varias categorías desde las aberraciones extraordinarias, a las ideas novedosas.
EB escribe: “No te sientas obligado a seguir cada una de las cuentas de quienes te siguen. Solo sigue las cuentas que verdaderamente te importen”.
Pero mientras este es un mensaje altamente razonable, en seguida alguien publica el video de un niño que saca la lengua por un poro de su naríz.

CATALIZADORES Y ARGUMENTOS

Desde su rápido crecimiento en el 2007, cuando bajo la dirección de Jack Dorsey lanza propuestas de financiamiento y se posibilita la plataforma de apoyo de los “hashtags”, ha pasado una década de Twitter.
El grado de normalización que ha conseguido no solamente en el usuario común, sino en los medios de comunicación, instituciones y figuras públicas lo hacen digno de análisis.
En las escaramuzas electorales para la presidencia de Estados Unidos fue claro el rol que jugó. El candidato Donald Trump, provocando constantemente la atención con sus tuits, llegó el momento en que aún sin tener argumentos de peso dominó otros mensajes más sesudos en los debates. Esto lo reconocería el mismo presidente Barack Obama, quien en campaña de apoyo a Hillary Clinton decía con razón que con tuits no se podría construir un argumento de cómo se pensaba gobernar el país.
Es cierto. Los tuits, los mensajes cortos de 140 caracteres, no son un argumento, pero pueden servir como “catalizadores” del discurso, de las ideologías.
¿Si John F. Kennedy o Martin Luther King Jr. vivieran en la segunda década del Siglo XXI estarían “tuiteando”?
Las categorías de tuits se pueden dividir en dos grandes áreas, según sea su propósito: a) mensajes lúdicos y b) mensajes informativos. Ambas categorías están generalmente ligadas al “timing” noticioso.
Las categorías que se suelen utilizar en el periodismo, para dividir las “noticias” y los “features” pueden servir como punto de partida para organizar la actividad tuitera. En el periodismo, se sabe que luego de la apertura de una noticia, vienen los comentarios, el humor, el seguimiento, el análisis…
Algo semejante ocurre con los tuits, pero en estos hay una gran diferencia: se trata de mensajes frecuentemente espontáneos y con pocos filtros que ponen a prueba el criterio y la tolerancia de los usuarios.
Una usuario lo pone de esta forma: “Twitter es el radio. Encuentra las estaciones que te gusten. Escúchalas cuando quieras, y únete al coro, cuando lo desees” –Msh
Este mensaje se encuentra acomodado bajo la primer categoría, la lúdica. Se buscan mensajes para sentirse bien. Para dar curso al “Principio del Placer”, como catarsis, para dar legitimidad a una zona de confort.
Generalmente, en esta categoría entran cuestiones sexuales, temas de la farándula, exposición de asuntos de la vida privada… y hasta políticos, a condición de que no entren en asuntos serios y analíticos.

 

  • José FUENTES-SALINAS, tallerjfs@gmail.com. May., 2017

LIBROS: Conversación con Umberto Eco

EN EL PRINCIPIO era la memoria hablada, en el principio, se declamaba la historia, la historia tenía diferentes tonos. Luego llegó la historia escrita a mano, antes de la imprenta, y ahí estoy yo viendo a Sean Connery vestido de fraile visitando el monasterio donde se hacían los libros incunables, donde cada letra era arte y disciplina.
Ya no podría saber más de lo que se ha escrito sobre “El Nombre de la Rosa”, ni podría preguntarle a Eco sobre esa diferencia de lectura entre su libro y la película. Seguramente me hubiera mandado a leer alguna otra entrevista, porque así es su costumbre.

Umberto Eco, “De la estupidez a la locura”, Ed. Lumen

Muchos le dicen semiólogo, semiótico, filólogo, arqueólogo de lenguaje, teórico de la comunicación… Novelista, ensayista… O escritor.
Pero la realidad es que saber más de todo eso ya no podría ocurrir.
“Umberto Eco murió en la tarde del viernes a los 84 años”, dijo la BBC el 20 de febrero de 2016, quien tuvo la elegancia de definirlo simplemente como “escritor y pensador” que “vendió más de 1 millón de copias de El Nombre de la Rosa”, en varios idiomas. “Fue incluso llevada al cine”, dice la noticia que con esto terminaría dándole la primera puñalada al escritor post mortem.
La definición era sólo por una novela y por la cantidad que vendió, así como por el bautizo que le hizo el cine. Pero a decir verdad, al final incluyeron una frase de cómo el propio Eco se definía: “yo soy filósofo, escribo novelas sólo los fines de semana”.
Eso lo recupero para mí, para el encuentro que tuvimos en la librería Barnés and Noble de Torrance, California, y que continué en la de Long Beach.
Encontrarlo ahí y no en Amazon.com tiene una gran diferencia.

Leyendo a Umberto Eco en Barnes and Noble Bookstore.

Ahí podría escrutinar con más paciencia cada una de sus ideas que dijo antes de morirse de cáncer de páncreas. Como se sabe este tipo de páncreas es el más rápido y más agresivo y tan sólo por eso, el escritor ya no tuvo tiempo de planear otra gran novela.
Así es que su libro nombrado “De la estupidez a la locura, crónicas por el futuro que nos espera”, subrayando con mayúsculas: “EL ULTIMO LIBRO DEL GRAN MAESTRO”, era un verdadero pretexto para sentarse ahí con un café a conversar.

– ¿Por qué usted que se ha pasado la vida hurgando los libros viejos y nuevos ahora le da por ocuparse en los teléfonos celulares y en la Internet?

“Los móviles están cambiando de manera radical nuestra forma de vivir, por lo que se han convertido en un objeto interesante, desde el punto de vista filosófico. Al dado también las funciones de una agenda en la palma de la mano, y una computadora con conexión a la red, el móvil es cada vez menos un instrumento de oralidad y más un instrumento de escritura y lectura. Como tal se ha convertido en un instrumento o modo de registro”.
No le quise contar en ese momento, que con iPhone había podido copiar algunos de los párrafos de su libro, en lugar de escribir notas en un papel, ni que en un instrumento así me había enterado de varias noticias de su muerte.
El, qué pasó del siglo XX al siglo XXI con una buena carga de sorpresas, no le pareció extraño eso de las “fake news”, que unos muchachos de Macedonia solían fabricar y que incluso el general Flynn se las creyó.
De hecho, me confesó que él solía consultar la Wikipedia y que a decir verdad sólo había tenido que corregir dos o tres cositas de su biografía. El veía como un riesgo que en la Wikipedía todos pudieran cambiar y editar los textos, pero que, al final de cuentas, entre todos se detectan las mentiras e imprecisiones.
Fue cuando recordé que en algún momento eso me había pasado cuando edité la semblanza de Zacapu, mi lugar de nacimiento. Conociendo bien mi ciudad, una vez escribí que los bosques y lagos se veían amenazados por la mancha urbana, e incluía varios datos olvidados de los fundadores de escuelas, cines, comercios… Años después alguien había borrado mis datos ecológicos.
El profesor lo tomaba todo esto con calma.
Cree, como yo, que hay que construir un discurso sobre los usos y abusos de la tecnología, hay que organizar una reflexión, pero hay que empezar desde las escuelas, hay que enseñar a filosofar, como también dice Fernando Savater.
Esa tarea es difícil por la rapidez con que ha ocurrido los cambios de la tecnología cibernética, el consumo.
Y a manera de ejemplo dice que si él hubiera tenido un auto como los de ahora cuando empezó a manejar quizá hubiera chocado.
“Yo crecí manejando, crecí con los cambios de los autos”.
Del 2004 cuando apareció el Facebook, al 2010 cuando, tenía 400 millones de usuarios, el profesor experimentó un extraordinario cambio, pero ¿para qué?.
“El problema es que fue como si todo lo que se decía en un bar lo dijeran de repente en las redes sociales”.
La seducción y el entusiasmo que produce lo nuevo es algo que siempre distorsiona las necesidades, más ahora en estos tiempos de una explosión publicitaria nunca antes vista.
El me lo explica mejor: “la relación entre entusiasmo tecnológico y pensamiento mágico es muy estrecha y va ligada a la confianza religiosa en la acción fulminante del milagro. El pensamiento teológico nos habla y nos hablaban de misterios, pero argumentaba y argumenta para demostrar hasta qué punto son concebibles o bien demostrables. En cambio, la fe en el milagro nos muestra lo nominuoso, lo sagrado, lo divino que aparece y actuar sin demora”
Para Eco la cuestión de cómo usar la tecnología tiene que ver con los filtros que da la preparación académica, la filosofía, la revisión de los cambios que hubo en otras ocasiones.
Mucha gente confunde el “reconocimiento”, “la fama”, el protagonismo, con otras cosas banales… Y tarde o temprano aparecen las consecuencias: por ejemplo un presidente que en lugar de explicar cuestiones complejas, envía “tuits” sobre cualquier cosa que se le ocurre, y dice que los medios son unos deshonestos.
Como como todo pensador, el profesor no se ocupa de todo los problemas que ha traído consigo la nueva tecnología, o lo que desde la revolución industrial han llamado “progreso”.
Como buen conversador con los signos, ahí escrito unas cuantas ecuaciones que las siguientes generaciones habrán de responder.
De lo que si advierte es que se necesita un buen filtro para saber lo que es relevante, ya que los días no son tan extensos, ni la vida larga.
Pone de ejemplo el cuento de Jorge Luis Borges “Funes el memorioso”, el tipo que podía memorizar todo, incluyendo lo más irrelevante.
“Internet esa hora como Funes. Como totalidad de contenidos disponibles de forma desordenada, sin filtro ni organización, permite a cada uno de nosotros construirse su propia enciclopedia, esto es su libre y personal sistema de creencias, nociones y valores… Así que, en teoría, podrían existir 6000 millones de enciclopedias diferentes, y la sociedad humana se reduciría al diálogo fragmentado de 6000 millones de personas, cada una con su propia lengua distinta que sólo entendería el que el habla”.

—José Fuentes-Salinas, tallerjfs@gmail.com. Con datos del libro “De la estupidez a la locura”, Umberto Eco, Ed. Lumen, Ensayos.