Las etiquetas: ¿cuáles son los letreros que nadie leyó cuando se fue de “shopping”?

En 1969, cuando las compañías tabacaleras habían matado una cantidad suficiente de fumadores y no fumadores, el gobierno norteamericano ordenó que se pusieran unas etiquetititas que casi nadie leía a un costado de las cajetillas de cigarros advirtiendo de los peligros de fumar.

Para muchos eso ocurrió demasiado tarde.

Como en todas las guerras, hay muchas víctimas que no se cuentan hasta que son demasiadas.

El Departamento de Salud de los Estados Unidos (HHS.gov) cuenta que en 50 años, desde 1964 habían muerto 20 millones de norteamericanos de cáncer.

Parecía que por lo menos hasta el 2014, las etiquetas no eran suficientes para prevenir una muerte evitable.

Otra muerte evitable, la del planeta, también se ha empezado enfrentar con etiquetitas.

Pensando en la moda de usar pantalones de mezclilla rotos, pero al mismo tiempo sin querer mostrar mucha piel, remendaba mis pantalones Levis un día cuando me encontré con una etiquetita que decía en tres idiomas: “cuida nuestro planeta: lava menos, lava en frío, tiende la ropa, dona o recicla”

No es para menos: la industria de “pulcritud” es la segunda más sucia, después de la industria del petróleo.

Las etiquetas de los pantalones ya muestran una clara advertencia de los peligros ecológicos de la moda. Se sabe que para producir una playera y un par de jeans, se gastan 5,000 galones de agua solo en el algodón, y, además, en su proceso de producción y transporte hay más contaminación. Foto: José Fuentes-Salinas.

La sastrería y los oficios de casa

CADA FAMILIA heredaba un oficio a los chamacos. Imposible no hacerlo. De ahí vienen los primeros apellidos: Sastre, Zapatero, Miller, Carpintero… El oficio casero era la primera linea de ataque para ganarse la vida. El mío fue relacionado con la ropa, con la costura, con la sastrería. “A ver Jonás, dale a este chamaco un pedacito de tela para que se enseñe a sobrehilar”. De los retazos de tela que siempre iban quedando en una caja de cartón debajo de la mesa salía el material elemental para empezar a usar las agujas XXX. Y así, mientras en el Cine Bertha de enfrente se escuchaban Los Churumbeles de España con su “Gitano Señorón”, ahí en la sastrería, empezaba a sobrehilar un pedazo de casimir inglés. Y ya, después de un rato de iniciar un brevísimo párrafo de la sastrería, nos íbamos a la casa.

Tenía unos 8 años. Nunca llegué a sastre pantalonero, ni mucho menos a sastre cortador de trajes. Pero si aprendí a sobrehilar y a hacer ojales que quedaban como culo de gallina, pero servían para que la abertura para los botones no se deshilara. Hoy, en eso pensaba mientras cosía a mano un pantalón Levi’s que me gusta mucho y que me resisto a jubilar. Entre otras cosas, porque he aprendido de las consecuencias ecológicas de la moda. Se necesitan cientos de galones de agua para producir algodón, además de la contaminación de los pesticidas. Para producir el algodón necesario para una playera se necesitan 2,700 litros de agua (worldlife.com).

Nuestros padres y madres, sin saberlo eran grandes ecologistas: nos enseñaban a reparar las cosas para que sirvieran por más tiempo, y antes de tirarlas las revisaban para ver si se podrían usar para otra cosa. Mi madre usaba las latas para hacer macetas para sus plantas y mi padre hacía que la ropa sirviera para todos, desde el hermano mayor al hermano menor, y cuando de plano era solo una hilacha se usaba de trapeador. Una vez que sabía que necesitaba un pantalón, me dió uno de sus pantalones para que lo descosiera, para volverlo a cortar para hacerme uno. No me podía quejar: era un casimir inglés!…

En otra ocasión, mi hermana me hizo una camisa de recortes de casimir muy elegante de manga corta. El único problema era que con la lana sentía que traía una lija en el cuello.

Hoy sé que los elegantes quilts vienen de esa idea de usar los recortes que sobraban de otras costuras.

Y, hace un momento, cuando me puse a coser un pantalón Levi’s que me gusta mucho, las imágenes de mi padre, de mi hermana, de mi familia, me acompañaban para hacer una buena tarea de echar puntadas y hacer nudos.

—José FUENTES-SALINAS,  Long Beach, Ca., tallerjfs@gmail.com

En parte por responsabilidad ambiental, en parte por comodidad y por nostalgia, coser un pantalón recupera el oficio de la familia. Foto: JFS

En parte por responsabilidad ambiental, en parte por comodidad y por nostalgia, coser un pantalón recupera el oficio de la familia. Foto: JFS