DEBIA saberlo desde el principio. El nombre “Para María de los Tecolotes” significaba algo. Pero, así como así, fui a que me sirvieran una probadita, luego de tomar un Grenache. A’su madre!… Este era perfume para el paladar. Un perfume delicado y sabroso. Ma-ría de los Teco-lo-tes”. “You know what it means?”, le pregunté al empleado. It means: “For Maria of the Owls”.
Al chavo le valió madre mi explicación (ya la sabía) y siguió atendiendo a la linea de probadores de vinos del viejo Tom Stolpman, un abogado que es bien reata con sus trabajadores mexicanos, al grado que les dejó un terreno para que ellos plantaran uvas e hicieran sus propios caldos.
Con John nos pusimos a platicar con Tom. Nos dijo que estaban plantando uva con una nueva técnica con la que no necesita tanta agua. “Este año los viñedos solo usaron la lluvia de la temporada”, dijo, luego de explicarnos que la vid hace raíces más profundas, y la piel de las uvas es más gruesa, pero a la vez los jugos son más dulces. La Chulita y Debbie fueron a agarrar unos bocadillos de quesos y fiambres.
En el changarro de la venta de vinos Stolpman en la Calle Broadway de Long Beach, a un lado de un Taco Bell y un estudio de Yoga, se organizan por turnos a los miembros del club para recoger sus botellas, pero al mismo tiempo ofrece unas probadas de vinos en el patio.
Hoy, el domingo estaba muy nublado, como para echar la hueva en la casa, pero los vinitos eran una tentación incapaz de resistir. Por eso fuimos.
La Chulita había decidido hacerse socia del club desde que supo lo bien que Stolpman trata a sus trabajadores, y la forma que incluso uno de sus vinos -La Cuadrilla- lo hacen ellos. Pero “María de los Tecolotes” era otro vino que ameritaba una explicación. Por eso averigué que se trata de la esposa de Rubén, la mayordoma que anda en cuatrimoto supervisando los viñedos.
María Solórzano es del pueblo de Santa Cruz, a dos horas de Guadalajara, Jalisco, no muy lejos del rancho donde nació su esposo Rubén. Ahí se les llama a sus habitantes los tecolotes. La familia Stolpman pensó que así como el vino “Angeli” honraba a la inmigrante italiana suegra de Tom, ahora le tocaba a la paisana María hacer historia.
La llegada de “María de los Tecolotes” ocurrió en el 2014. En el tercer año de sequía, sorpresivamente, sin irrigación especial, las plantas que estaban colgadas en los viñedos empezaron a madurar. Produjeron unas uvas dulces y concentradas que le dieron sentido al sudor de los paisanos inmigrantes.
Ese jugo especial de la uva Syrah produjo el vino digno de una mujer como “María del los Tecolotes”.
José FUENTES-SALINAS/Tlacuilos.com