Los zacapenses en California

A un lado de la fuente, los zacapenses vacilaban, se tomaban fotos....

A un lado de la fuente, los zacapenses vacilaban, se tomaban fotos….

CRONICA: De como los inmigrantes mexicanos de Zacapu, Michoacán,realizan sus reuniones sociales en Wilmington, California

Por José Fuentes-Salinas
tallerjfs@gmail.com

El taquero se apostó a la entrada. Las mesas se colocaron en el patio trasero, no muy lejos de donde estaba el viejo guayabo, el nopal, el mango y las granadas. La fuente, estilo de cantera colonial lucía frente los arcos de las bugambileas y la llamarada.
El chorrito de agua producía un efecto relajante, como en las tardes aquellas de Zacapu, cuando estaba la fuente en la Plaza Ocampo, la misma que fue cambiada luego por otro kiosco como el que había antes de la fuente.
Cumplir sesenta años no es cualquier cosa.
Se necesita un poco de gracia y otra cosita.
El hombre los acababa de cumplir.
La fiesta tenía un tema: lo mexicano.
Pero ¿qué es lo mexicano? ¿lo culiche? ¿lo tarasco? ¿lo jarocho?…
El hombre se vistió de Jarocho, con su sombrerito de palma, su traje blanco y su mascada roja. Sus hijos eran: un charro jalisciense,un vaquero de Sinaloa y una tehuana. Su esposa era una china poblana con grandes flores bordadas.
Sesenta años.
Desde que se vino adolescente de Zacapu a California, Wilmington siempre ha sido su casa. Ahí, en ese patio, alguna vez estuvieron sus padres, y en ese garaje se habían acomodado los muchachos cuando eran muchachos, y no “jefes de familia” con nietos, como ahora.
Ya con todo listo para la fiesta, el hombre se destapó una cerveza y echó un vistazo a su alrededor.
Todo estaba listo, las mesas, la enorme carpa que cubría la mitad del patio, las ollas del agua de jamaica, las botellas de tequila y brandy, las hieleras con cervezas, los adornos colgados de papel picado, la bandera mexicana…
Entre familiares y amigos, para muchos esa casa era bastante familiar. Ahí habían crecido cuando llegaron de Zacapu. Ahí celebraron, y ahí vieron a la abuela preparar sus famosas salsas con chiles tostados que aromatizaban la casa de picor.
No estaban todos los que eran, ni su madre, ni su padre, ni su cuñada, ni algunos sobrinos… Pero estaba él. Esa era una fiesta muy especial por las presencias, tanto como por las ausencias. Esa sería la primera vez que no tendría que hacer un “guardadito” de comida para llevársela al día siguiente a su amigo jubilado. Su mejor amigo había muerto este año de complicaciones de la diabetes, solo.
El hombre se regocijó de estar tan acompañado.
De pronto se escuchó el estruendo del mariachi tocando el Son de la Negra. Pasaron frente al taquero de Zacapu, y luego se acomodaron a un costado de la fuentecita que habían comprado en el Swap Meet de Santa Fe Springs.
Sin violines, pero con guitarra, guitarrón y trompetas, los mariachis le tocaron luego “Las Mañanitas”.
El, que era solamente cervecero se animó a echarse un trago de tequila y ante todos agradeció como lo hacía Pedro Vargas en el programa de televisión “Noches Tapatías”, diciendo solamente: “muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido..”
Este año había tenido un accidente que le había fracturado ambos pies, y que le impidió caminar por varios meses, pero en ese momento ya estaba bien como para salir nuevamente a bailar una polka con el mariachi, y lo hizo.
A sus sesenta años, sabía de lo difícil que es mantenerse de pie sobre la tierra, y ahora lo hacía con ritmo, celebrando por los que están y por los que ya no están.
Con abundancia de iPhones, las mujeres arregladas con moños coloridos sobre la cabeza se tomaban fotos y más fotos.
En Wilmington, no muy lejos de ahí, se escuchaba otra fiesta que incluso había arrojado dos o tres luces artificiales verde, blancas y rojas.
Después de más de tres horas, los mariachis callaron.
El director de los músicos, había consultado puntualmente su iPhone. Sabía en qué momento aquello terminaría.
Se fueron con su música a otra parte, como algunos de los invitados.
Poco después también se iría el taquero que había preparado tacos de carnitas, pollo, carnitas y suadero.
-Anden, anden, antes de que se vaya el taquero, llévense un plato de carne para que almuercen mañana -decía la esposa a algunos invitados.

Los taqueros

Beto, el taquero. José FUENTES-SALINAS.

Beto, el taquero. José FUENTES-SALINAS.

A las ciudades donde los inmigrantes hicieron sus vidas llegan las tradiciones para facilitar los festejos.

Aquí están los taqueros que simplifican las fiestas, con la carne preparada, los rábanos, cebolla, cilantro y chiles cuaresmeños.

“Acérquese jóven, ¿cuántos va a querer de asada y cuánto al pastor?… Mire, allá están las salsas y y ahí están los rábanos. Andele, ya sabe, si quiere más, aquí no falta”.

Los chiles cuaresmeños o japlapeños son asados o "toreados" para agregarles sabor. Foto: José FUENTES-SALINAS

Los chiles cuaresmeños o japlapeños son asados o “toreados” para agregarles sabor. Foto: José FUENTES-SALINAS

En Tracy, California, donde el tío Pancho celebra sus 80 años, la tarde sucede entre tequilazos y cerveza.

El trío de románticos con la cantante de ojos tapatíos toca en vivo dos o tres baladas que se bailan como en vals.

Sobrinos y sobrinas, nietos y nietas, yernos… rodean al último de los Silva, el hombre aquel que gusta del baile y los abrazos familiares.

Ahí está el pastel de tres leches y los adornos en la casa de otro Pancho, el yerno de los rumbos de Santiago Papasquiaro.

Ahí están los norteños y los sureños en diferentes generaciones y tallas….

Pero de todo eso no habría nada si no estuvieran los taqueros.

Los taqueros preparan a domicilio los tacos para que los comensales se concentren en la fiesta. Foto: José FUENTES-SALINAS

Los taqueros preparan a domicilio los tacos para que los comensales se concentren en la fiesta. Foto: José FUENTES-SALINAS

Por eso Beto y su compañera son los responsables del primer puesto de ataque.

“A ver, Don Beto, atiéndame que ya voy en la segunda vuelta… No, no, mejor primero coma y lo espero”.

Y si los músicos trabajan por hora y por canciones, los taqueros trabajan por horas y por libras de pollo y de res.

Lllegan con todo listo en su pick-up: las parrillas y las mesas, la carne y las verduras… Y cuando ya todos están “bien comidos”, se van por el mismo rumbo que llegaron, de Tracy a San José.

 

-José Fuentes-Salinas, tallerjfs@gmail.com