LOS MONARCAS aztecas o egipcios se hacían enterrar con sirvientes para que no los dejaran morir de hambre en la otra vida y porque no tener servidumbre, incluso en la otra vida, era lo mismo que ser un don nadie.
Pero el emperador chino Qin Shi Huang exageró.
Se hizo enterrar con más de 8,000 guerreros, músicos, acróbatas y animales para que los entretuvieran y protegieran en la otra vida. Hechos de tierra, de polvo humedecido, las figuras que 700,000 trabajadores hicieron en 38 años (acaso el promedio de vida en esa época) representaban caprichosamente la sentencia: “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Probablemente el miedo a la intrascendencia del emperador se derivó en varios intentos de asesinato.
Cuentan que prohibió la filosofía de Confucio y enterró vivos a unos cuantos filósofos.
Pero, al final, 2,000 años después, casi nadie recuerda al emperador, y su ejército de barro es solo un atractivo turístico en el Museo Bowers de Santa Ana, California.
Las ideas de Confucio y los filósofos siguen vivas.
-José Fuentes-Salinas, may.,17, 2008.