La historia de Cambria en pocas palabras

Por siglos, venidos de quién sabe donde, los Chumash habitaban Cambria, antes de que Peter Forrester la rebautizarla en 1866 como un condado de Pennsylvania.

En 1769, Gaspar de Portolá tomó posesión en nombre del rey de España y dió esas tierras a los misioneros de San Miguel.

Cuando los mexicanos se deshicieron del rey y de la Madre Patria, les dieron la tierra a los rancheros, como a Don Juliano Estrada en 1841.

México perdió una guerra y también California, y los negociantes y los abogados, como el Senador George Hearst y el abogado Domingo Pujol, hicieron nuevas escrituras.

Por pura casualidad, en Cambria se encontró plata, madera, ballenas… tierra agrícola.

Y entre portugueses, suizos, canadienses, todo ese bosque costero se puso al feliz juego de la especulación.

Para cuando en 1920, el inventor del “periodismo amarillo”, William Randolph Hearst empezó a construir su castillo, con cebras, osos polares, jirafas… y techos y arte traído de los monasterios y palacios europeos, Cambria era ya solo un destino turístico, 240 millas al Sur de San Francisco, 240 millas al Norte de Los Angeles, con buena comida y buen vino.

FOTO Y TEXTO: José Fuentes-Salinas, Cambria, Ca., Jun., 10, 2017

Galería Moonstone Beach Redwoods, en Cambria, California. Foto: José Fuentes-Salinas. Instagram: taller_jfs

Regreso a las colinas de Palm Springs

Lo que fue ya no es.
Han borrado el paisaje que pinté.
No en la manta, en la tierra.
Las máquinas devora las faldas de las montañas.
Rocas y polvo se hacen calles privadas.
Pero en el desierto habrá piscinas.

-II-
Las plantas secas, racimos de neuronas, hacen sinápsis con sus sombras.
Las plantas secas se van desmoronando como las rocas que abrieron sus raíces.
-III-
Entre azul y beige, rocas y ramas sorprende en la planicie.
Subo un poco a las colinas y la mañana es otra.
Dos amigas conversan a lo lejos.
Yo y mi sombra nos entretenemos con piedrecilla es suenan al pisarlas.
Hace tiempo que me vengo enamorando de este paisaje.
-IV-
No sé que vengo a buscar aquí, ausencias de rastros, quizá.
Alguien me acomodó un par de rocas en la parte más alta para observar la ciudad.
Pero aquí no hace falta nada, aquí sobran descansos.
-V-

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Trazos de aviones,

rayas blancas en lo azul,

se juntan garabatos,

graffiti celeste, caligrafía abstracta.
-VI-
Cambio de ruta en sábado.
A unos pasos de las colinas está el museo, bodega de abstracciones, antojo de millonarios, lo que en las colinas no tenía nombre, aquí tiene autor y etiquetas.
Pregunto: cómo podré saber dónde hay más belleza? que lío.
-VII-
Entre lo que se arregla y lo que no se arregla entre lo que se encuentra y lo que se olvida en el horizonte, cuerpos solidificados en polímeros y óleos.
Entre el antojo del coleccionista y lo que pide la vista del visitante, la imaginación.
“Tenemos más de lo que podemos mostrar”, dice el empleado del museo.
Si el arte sirve de algo es para enamorarnos de la realidad.
-VIII-
Regreso a la casa.
Los árboles de la calle se desvanecen del verde al ocre.
Como un perro callejero, no me canso de observar.

—José Fuentes-Salinas, Palm Springs, 8 de diciembre de 2015. tallerjfs@gmail.com

La cantante de niños

Toda su vida ha jugado a ser y no ser extranjera. Nacida en la Isla de Aruba, Venezuela, Georgette Baker tenía un apellido y un nombre poco hispano.

Su madre era indú y se llamaba Latufa. Se casó con un cubano y se fue a Ecuador. Se divorció y luego de ganar un poco de dinero en un restaurante suizo donde cantaba, agarró su mochila y se fue a varios países de Sudamérica, de Galápagos al Río Amazonas.

Voló a Atenas, donde se casó con un griego. Viajó a Estados Unidos, donde fue reportera de televisión y maestra en Los Angeles.

Con dos hijos, la residente de Chino, recuerda lo mismo a los soldados que le tiraban sus gorras cuando cantaba para ellos en la selva, que el día que la metieron en la cárcel por ser extranjera y sin la visa que había perdido.

Ella llegó a todos los países y a todos los dejó.

Lo único que no ha dejado es su guitarra y su mochila, con la que lleva a dondequiera los mejores cantos infantiles de los países que no la han dejado.

 

-28, Mayo, 2000

Los caminos: entre Zacapu y Palm Springs

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Rocas y yerbas tienen formas perfectas que contrastan con el azul intenso en Palm Srings. Foto: José Fuentes-Salinas

Andar caminos ha sido mi juego, caminos de piedra y tierra, de vestigios de mis ancestros, de yerba verde o seca. Desde los caminos que suben y bajan en el Cerro de la Crucita descubrí la amplitud del paisaje de pueblo original: el Cerro del Tecolote, la Laguna, la Quebrada donde una serpiente de agua rompió en dos la colina rocosa. Tzacapu quiere decir “lugar de piedra”. Entre caminos de rocas, bordeados de cercas y milpas de maíz, iban apareciendo los bloques que habrían pertenecido a pirámides tarascas. Entre caminos entretejidos de anís, aparecían fragmentos de flechas y navajas de obsidiana, tepalcates de ollas, ídolos y vasijas. El rompecabezas de mi memoria se empezó a formar así. Iré Ticátame, Sicuirancha, Tsiran Tsiran Camaru… ¿Acaso ustedes caminaron por ahí también?. Los amigos de antes no necesitabamos de más. Un paseo por esos cerros accidentados era suficiente para sacudirnos el aburrimiento de calles pavimentadas y regaños familiares. Pero el tiempo me ha puesto en otros lugares. Las visitas a Palm Springs tienen algo ancestral. Los indios Cahuilla también han transitado esos cerros de rocas rojizas que se alzan a espaldas de la ciudad, y, al igual que el Cerro de la Crucita sirven como un mirador desde el cual se ve el caserío y hoteles con albercas. La aparente aridez y desolación que se observa desde lejos, cambia cuando uno transita eso caminos por donde se internan visitantes canadienses o ingleses. De pronto aparecen rastros de vida en plantas que nacen y florescen rápidamente, para volver a un estado de latencia. Aparece una zorra y un correcaminos y los minúsculos lagartos juegan entre sombra y sol. La atracción es la ausencia de lenguajes, de publicidad, de anuncios y cifras. Contraste radical con lo que yace allá abajo, los casinos y los servicios de lujo. Para el disfrute de esa geografía solo es necesario tener la imaginación intacta, poder asociar el azul intenso con el color cobrizo y dorado de la superficie. Las plantas y las rocas son formas perfectas que no requieren de reacomodos, volúmenes que desafían el equilibro, picos y huecos que cumplen funciones de miradores y refugios… plantas que matizan la linea de fuga del paisaje. Y en todo esto, no hay negocio.